sábado, 9 de febrero de 2008

El Viejo

Jadea al hablar, haciéndome pensar en el zumbido del viento anunciando tormenta. Los ojos fijos en su taza de café, o bien en algún punto más allá de mi cabeza, un poco a la izquierda. Fuma mis cigarrillos dejando su atado intacto, demasiado ensimismado como para tener en cuenta el concepto de propiedad privada. Tengo la impresión de que en cualquier momento se toma mi café, lo acerco cada vez más a mí, pero ya se enfrió, no voy a tomarlo. Sus ojos desorbitados me hablan de algún malestar existencial, pareciera que quieren salirse de la cara y hechar a volar alrededor de otras cabezas. Pero su voz es clara, un poco ronca; su discurso es apremiante.
“Es imperativo hacer algo al respecto”, dice, separando cada palabra como con miedo a que se peleen entre ellas, se pisen unas a otras, se mezclen en un baile insensato. Me pregunto qué es lo imperativo, al respecto de qué hay que hacer qué exactamente...no me animo a preguntar. Entiendo súbitamente que le tengo miedo. Nunca lo vi así. Nunca sentí esta necesidad de alejarme de él.
“Sabés Carlitos”, dice, la respiración entrecortada, “la vida es pura ilusión”.
Sonamos, pienso, cada vez que algo no le gusta todo es ilusión.
“Tu mamá y yo”- pausa – “tu mamá y yo...” Zas! Se está tomando mi café helado. Pobre viejo!
“El amor es también parte de la vida, pero a su vez es parte de nosotros, como un brazo”, calla repentinamente, pasan cinco minutos, los más largos de mi vida, “una pierna”. Aspira el humo de mi último cigarrillo, “Tu mamá y yo nos quisimos mucho”. Y mis cigarrillos, pienso con sarcasmo, también son pura ilusión supongo. Enseguida me arrepiento. Creo que no escuché lo último que dijo, algo acerca de más brazos y más piernas. Y de pronto la imágen se me viene a la cabeza : los brazos y las piernas de mis padres entrelazados en un abrazo – asqueroso, francamente asqueroso. Viejo de mierda, qué estás queriendo hacer? Dejame en paz con tus brazos y tus piernas. Hablá de una vez. Necesito una cerveza.
“Tu madre está cometiendo un grave error”. Su mirada queda fija en un punto del horizonte, probablemente visualizando el grave error de mi madre. Qué es lo que ve? Más brazos y piernas? Se me viene otra imagen a la cabeza. La puta! Para qué mierda vine? Ahora estaría en mi casa, tirado en la cama leyendo algún comic con personajes que no andan revoleando sus brazos y sus piernas a mansalva.
“Ese joven”, dice, manoteando mi atado de cigarrillos vacío, “ese joven es pura ilusión”. Ese joven! Algo se me da vuelta en el estómago y descubro que tengo hambre, que estoy cansado, y que ya no puedo escuchar más. “Mirá viejo”, me escucho gritar; enseguida bajo la voz y como en secreto le digo “ese joven tiene la misma edad que mamá, tres años menos que vos, y se casaron hace un mes. No sé si es ilusión o no, pero para mí fue bastante real, y ya tengo con lo mío”.
Se hace un silencio que creo va a matarme. Inesperadamente los ojos del viejo vuelven de donde sea que hayan estado y quedan fijos en los mios. Otra vez siento miedo, de él, pero también de mí. El viejo suelta una risotada, baja la mirada y dice tímidamente, “me parece que me tomé tu café. Estaba helado”. Mi cuerpo se afloja tan repentinamente que por un momento siento que me voy a caer de la silla.
“Sí viejo”, le digo riéndome, “qué servicio de mierda!”

3 comentarios:

mili dijo...

A mí, la verdad verdad, me parece una ilusión poder leerte así.

Anónimo dijo...

gracias mili, y capás que es pura ilusión...

DiegoS dijo...

Guauuu !!!! Felicitaciones.


Pd: no deja de llamarme la atención que el narrador sea hombre y se llame Carlitos.