miércoles, 24 de diciembre de 2008

FELIZ NAVIDAD Y PROSPERÍSIMO

A los felices y entusiastas de la navidad: no exageren che
A los deprimidos y renegados: no exageren che
Mis más tiernos y humildes deseos para esta tan bonita y calurosa navidad: que coman todo lo que tienen que comer (no se olviden de que el año que viene van a pasar hambre) y que sean sensatos a la hora del champán (una botella por cabeza ES mucho), que los regalos que reciban sean más caros y mejores que los que compraron, y que se cumplan todos sus más egoistas y estrafalarios deseos y también los de poco vuelo. Para los que se empedan para recibir el nuevo año: después no se quejen porque el año empezó mal.
Mucha algarabía y despilfarro de emociones para todos y nos vemos el año que viene...

domingo, 7 de diciembre de 2008

NAVIDAD

Una mezcla de pan dulce y buena predisposición generalizada.
Pero contra el calor no se puede, y la incomodidad familiar de encontrarse en familia. Regalos que no necesitás y esos que no llegaste a comprar y en su lugar un pañuelo, una billetera. Clásicos. Y siempre hay algún ridículo que se disfraza de Papá Noel. A la mesa con mucha ensalada rusa y algún pollito al horno. Niños ruidosos y abuelas con Alzheimer. Siempre hay alguno que no se habla con otro y frases de cortesía. Qué rico que está y qué contentos se nos ve a todos. Un eruto de la abuela. Risitas y miraditas cómplices. Si llego a esa edad por favor que me ahorren por lo menos las navidades. No son las doce todavía y ya es una pesadilla de bocinazos y petardos potencialmente letales. Y si te ponés en pedo corrés el riesgo de terminar abrazado al arbolito y llorando de felicidad, porque en el fondo a todos nos gusta esto de sufrir así, juntos, en familia, masoquismo en estado puro. Porque en el fondo nos queremos, y qué mejor que torturarse colectivamente? Y porque si la pasás solo es un bajón y querés estar con otros padeciendo este festejo milenario que nos llega cada año y ya olvidamos por qué.

domingo, 2 de noviembre de 2008

No es un día más.

Despierto con el sueño pegado al cachete. Pienso en la noche y es un blanco. Pienso en el día y es otro. No soy, aún. Lo festejo con una pequeña mueca de asco y un bostezo que se prolonga más de lo debido. Decido, muy a pesar mío, levantarme. Arrastrando sábanas y deseos reprimidos voy hasta el baño y me lavo todo rastro de la noche que ignoro. Mi cara espejada es un enigma cotidiano. Me lavo los dientes para cerciorarme de que existo. Bajo las escaleras hasta la cocina donde descubro que cené empanadas del delivery. Sobra una que resulta ser de jamón y queso. Siempre sobrio en gustos, me la como con gran deleite. El perro me lame los pies y a mí me repugna mi propia humanidad. Le devolvería el gesto pero la elongación matutina no me da para tanto. Como si me hubiera leído la mente, se pone en dos patas y me lengüetea la cara. El mejor amigo del hombre. Busco en mi memoria algún acontecimiento de la noche anterior, pero sólo encuentro un punzante dolor de cabeza que transmuta en arrepentimiento. No beberás. Pongo el agua a calentar y observo un día soleado; calor incipiente que me roza el cuerpo y un escalofrío de pavor me sacude todo. Suena el teléfono y lo compruebo, es mamá. Es domingo.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Primavera 0

Llegó la primavera y con ella el alegre sol, el aire repleto de frescor, los pajaritos cantores y la calentura generalizada que siempre aparece en esta época del año. Algunos incluso la fingen para estar a tono. Las gentes se ponen shores y musculosas y a veces pasan frío, pero no les importa mientras tengan contra quien resfregarse. El cuerpo caliente todo lo puede.
Hoy en este día las gentes saldrán a comer sámbuches a los parques, con reposeras o sin ellas se sentarán en el pastito y respirarán el benéfico aire. Los más cooles tomarán su birrita y se cargarán un pedo alegre que les dure hasta la noche. Todos de acuerdo con todos se tolerarán como en ningún otro día del año (en navidad y año nuevo, si se fijan, nadie se tolera realmente).
A la nochecita la borrachera habrá ganado a todos y un baile insensato de alegres desfilará por las calles hasta el amanecer. Tanta algarabía me conmueve hasta los huesos. Me da pánico salir.
Y mañana será otro día.

martes, 16 de septiembre de 2008

Restos

Tengo todavía tu piel
entre mis dedos,
y aun dentro mío
ese latido anhelado.
Huelo a algo indescifrable,
duelo de algo inmemorable.
Me abismo
en mi propia carencia.
Vértigo deseante.
Cadencia con vos.

Volver me hace vacío.

lunes, 4 de agosto de 2008

Invernal

No puedo siquiera
quitarme la ropa
para irme a dormir.
Tal es mi apatía.
No puedo quitarte de mí
para salirme a vivir.

lunes, 28 de julio de 2008

Trenes vacíos...

y qué son las palabras?

Crónica de un ex fumador

Día 25

Los fumadores están por todas partes; es imposible no toparse con ellos. La calle es lo peor, se ha convertido en el antro del fumador. Ya apenas saliendo de El Cairo me los topo. Están aglomerados en la puerta como rebaño sin pastor, meta sacar humo por boca y nariz. Y al caminar siempre tenés alguno enfrente que cual locomotora va dejando su rastro de humo que inevitablemente se termina tragando uno. Habría que hacer como esos europeos que salen con barbijo. Qué digo? Habría que prohibir fumar en la calle.

En excelentes términos con Miriam desde que adopté mi nuevo estilo de vida. Hasta el otro día cuando le pregunté, al verla comer una medialuna, si tenía idea de la cantidad de grasa innecesaria que metía en su cuerpo. Me miró con ojos sorprendidos y me preguntó si estaba insinuando que estaba gorda. Hubiera debido decir que no, pero algo en mí tomó la palabra y me escuché decir sí. Esto debió de molestarle mucho porque desde ese día no me llama. Sos un desalmado, dijo antes de irse. No puedo estar más en desacuerdo. Desde que adopté mi nuevo estilo de vida me siento con el alma amplia, llena de preocupación por los otros, por sus cuerpos y también por sus almas, ineludiblemente ligadas a estos últimos. Mi postura no es religiosa, pero me siento sin embargo con una misión, la de purificar el estilo de vida que llevamos. Esto lo llevo a cabo a través de mi libro, pero no está de más dar una opinión sincera, y por qué no, algún que otro consejo a mis hermanos. Claro está, no todos lo toman a bien. Ahí lo tienen a Jorge, quien ya tampoco me llama. Yo probablemente habría reaccionado igual en mis tiempos de mala vida, defendiendo un estilo de vida que no hacía sino perjudicarme. El cambio lleva tiempo. Y yo tengo todo el tiempo del mundo.

miércoles, 23 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 23

Hoy vino Jorge. Me trajo unas naranjas que compró en San Pedro. Le conté de mi sueño. Se rió. Yo me puse muy serio y le pregunté de qué se reía, si no entendía la gravedad del asunto. Qué gravedad, quiso saber, de qué asunto hablaba? Traté de explicarle lo mejor que pude acerca de los peligros de nuestra civilización, de nuestro modo de vida. Entonces fue él quien se puso serio, y me dijo lo siguiente : “Sabés Antonio, te prefería cuando fumabas”. Sin decir más pegó media vuelta y se fue. Me tomé la fiebre. Treinta y nueve marcaba el termómetro. Me acosté y dormí el sueño de los justos.

Día 24

El Cairo. Fresco como una lechuga. Vuelvo una vez más a recuperar mis mañanas en este café. Últimamente vengo sólo de mañana, y muy temprano, antes de que los olores putrefactos de la cocina arruinen el aire que es tan puro como puede serlo cualquier aire en una ciudad sucia y llena de polución. Pero no me quejo, por lo menos los fumadores tienen vedada la entrada a mi santuario. El sólo hecho de pensar que yo vine alguna vez a este lugar para llenarlo de humo me da vuelta el estómago de vergüenza y arrepentimiento. Desde la ventana veo pasar a los fumadores y les hago burla en mi imaginación. Los detesto. Por gracia divina aprendí a detestarlos y a detestar mi pasado de humo sucio y estéril. Puedo olerlos a la distancia, en este café, a los que fuman. Les siento el olor en la ropa, en las manos, en la cara misma. Puedo reconocerlos sin esfuerzo, tienen la expresión de los que sufren, de los condenados. No deberían dejarlos entrar.
Me quedé pensando mucho en lo que me dijo Jorge, es algo que me impresionó mucho, impactó en lo más hondo de mi ser. Lo creía mi amigo, lo creía puro, pero no es más que un débil, como todo aquel que no acepta el cambio positivo. Mi nuevo estilo de vida es un reto para muchos, difícil de entender y aceptar, ya que yo mismo acepto tan poco. Fui invitado un par de veces a cenar con amigos, pero al verlos tomar y comer no podía más que recordar mi pesadilla y juzgarlos perdidos, eternamente condenados a una vida de consumo fácil y superficial. Todos me felicitaron por mi cambio de vida, ignorando hasta qué punto éste se dio. Se pasaron la cena hablando del cigarrillo, de lo mal que te hace, de lo bueno que es dejarlo. Yo no podía escuchar más, ni verlos llevarse la comida a la boca como animales desnutridos, y bajarla con el vino como si fuera lo más normal del mundo. Asqueado, me retiré temprano, diciendo que tenía que trabajar en mi libro.
El moso me trae mi té de manzanilla con cara de desconcierto, hace esto todas las mañanas. Me desconoce, y yo a él.

lunes, 21 de julio de 2008

Dicen...

Me dicen que busque
Pero yo sólo sé encontrar.
Y a veces al encontrar me pierdo,
Sólo un poco,
Y al salir a buscarme
Olvido lo encontrado
Y alguien se lo lleva.

Me dicen que aprenda a buscar
Pero yo sólo sé perder
Capa tras capa hasta quedar desnuda
Esperando que alguien me vista
De persona, de mundo,
De universo
Y pasar desapercibida.

Me dicen que salga
Cuando todavía no entré
En mí, espantada
Como vivo
De toda interioridad.

Me dicen que es normal.
Y yo sé que no lo es.

viernes, 18 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 22

En cama. Me atacó una fiebre espantosa. Estoy convencido de que es la fatal consecuencia de mis excesos pasados. Y así la tolero, manso y entregado al más profundo arrepentimiento. Todo se paga en esta vida, y yo me siento feliz de pagar si esto significa que estoy purificando mi organismo de todas aquellas bacterias que yo mismo invité a convivir en mí. Venid bacterias! Cubridme por completo! Pues cuando me hayan dejado seré limpio y puro como un recién nacido.
No sé si fue producto de la fiebre o de mi espíritu convulsionado, pero anoche fui visitado por visiones terroríficas. Encontrábame yo en una especie de reunión social. El lugar era pequeño y casi no entraban todos los invitados. Se rozaban las espaldas y los codos; las cabezas parecían salir todas del mismo torso. Era algo nauseabundo. El ruido era infernal : risas estrepitosas, llantos llenos de amargura y desesperación, gritos insensatos, y una tos seca que retumbaba en todo el salón. La gente fumaba y toda la habitación estaba cubierta de humo, al punto que casi no se podían distinguir las siluetas. Todos con un vaso en la mano, tomaban y comían con desesperación, agarrando la comida con las manos y lanzándola a la boca de los otros como proyectiles. Todos abrían la boca bien grande y atrapaban pedazos de comida que volaban por el aire. Se servían champán en cantidades, tirándolo al piso, contra las paredes, sobre ellos mismos. Desde el fondo del salón, alguien tocaba una melodía árabe con una flauta, y la melodía parecía estar dirigida a mí, invitándome a participar. Me resistí todo lo que pude, acorralado en un rincón, apretándome contra la pared lo más fuerte que podía, como queriendo atravesarla. Pero de pronto la pared se volvió blanda y viscosa, de un verde amarillento muy desagradable, y grandes gusanos empezaron a salir de ella. Espantado corrí hacia el gentío. Lo atravesé como pude, guiado por la melodía. Podía sentir cómo manos extrañas me tocaban al pasar, y pedazos de comida se estrellaban contra mi cara. Finalmente llegué al final del salón y me encontré con una especie de tarima, y allí, sentado sobre un almohadón, estaba Jorge, rodeado de mis amigos, tocando la flauta y sonriendo maliciosamente. De pronto la flauta dejó de ser una flauta para convertirse en un cigarrillo gigante, y en lugar de la melodía me envolvía el humo del cigarrillo, atrapándome. Mi propio grito me despertó. Tenía toda la ropa empapada en sudor. Me levanté y me di una ducha caliente. Para mi gran sorpresa, mientras me duchaba me largué a llorar. Lloré como hace mucho no lo hacía, lloré como un bebé desahuciado, como un hombre quebrado. Sí señores, lloré.
Si escribo en este diario la horrenda experiencia de anoche es sólo para dejar asentado que después me sentí libre y liviano, puro y limpio de todos mis errores pasados.

martes, 15 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 20

Días difíciles. He entrado en una etapa de estricto ascetismo. A todo digo que no, única manera de estar seguro de no caer en alguna trampa preparada por mí mismo o por los otros. El motivo de esto es haber caído estrepitosamente casi sin darme cuenta. Pasé un par de días oscuros y confusos encerrado en el baño, tomando champán y fumando estos habanos que no puede haber sido sino el mismísimo demonio quien los envió. Abandoné mi novela por completo. Me abandoné a mí mismo y me sentí de maravilla. Hasta que desperté a lo que estaba haciendo. Entonces decidí terminar con todo. Arrojé los habanos por la ventana, le regalé las botellas de champán que quedaban a Jorge, quien riendo, siempre riendo, me dio las gracias y me invitó a cenar. Me vi obligado a negarme. Volví a mi casa con la determinación de negarme a todo y de entregarme a una vida frugal y vacía, alejado de cualquier tentación. Parece estar funcionando a la perfección.
Hace ya más de una semana que no fumo ni tomo. Como lo estrictamente necesario, basando mi régimen alimenticio en frutas y cereales. No sé cómo hice, pero logré matar mi apetito por todo cuanto pueda dañarme o llevarme al exceso. He llegado al punto de olvidar por qué era que fumaba, tomaba o comía como lo hacía. Al observar a la gente me pregunto por qué lo hacen, qué misterioso placer encuentran en ingerir todas esas sustancias y toxinas. Nunca llego a una respuesta satisfactoria.
Terminé mi novela. Me vi obligado a deshacerme del protagonista ya que su estilo de vida estorbaba al mío. Murió tirándose de un piso trece. Puedo decir al menos que no tuvo una muerte dolorosa, aunque sí una vida fútil y licenciosa. El libro no es bueno, como no lo era mi vida mientras lo escribí. Mi editor va a enloquecer probablemente cuando le diga que no pienso publicarlo. Además, ya estoy escribiendo otro. En él muestro las virtudes de una vida de renunciamiento basada en la moral y las buenas costumbres. Postulo que los excesos no sólo nos dañan a nosotros mismos, sino que también a los que están a nuestro alrededor y a nuestros amigos los animales y las plantas. Y voy mucho más allá en mi planteo cuando digo que Dios seguramente inventó los excesos para ponernos a prueba.Una nueva verdad me fue descubierta y ahora veo a todo aquel que fuma, toma y come más allá de lo estrictamente necesario, como a seres condenados a un círculo vicioso de necesidades inventadas por la era mecanizada y consumista en la que vivimos. Todo esto y más expongo en mi libro. Todavía no encontré un título apropiado, pero seguramente será algo así como “La Verdad Revelada luego de una Vida Licenciosa”. A pesar de su longitud, me parece altamente sugestivo, y quien no lo compre no está listo para esta revelación. Otro título posible sería “La Virtud de decir NO”, pero esto puede ser mal interpretado como algo negativo, mientras que todo es positivo en mi nueva doctrina. La vida es maravillosa y somos todos perfectibles.

miércoles, 9 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 8

Llevo una semana sin fumar.
Lunes con resaca. Mala manera de empezar la semana. Por otra parte, ahora me encuentro con que ya no puedo volver al Cairo por un tiempo, ya no porque fume, sino porque ahora soy un borracho. Y aunque los borrachos no estén prohibidos (lo único que falta!), tampoco son bien vistos, y con razón.
Pasé la mañana tumbado en mi bañera sin poder leer ni escribir, y con un punzante dolor de cabeza. Ahora que el dolor de cabeza pasó me voy a poner a trabajar en mi novela, y esta vez, mi héroe no va a tomar una gota de alcohol, es más seguro que se prenda un puro, o una pipa, quizás lo haga fumar mariguana. Todo es posible.



Frinamente se diron vuelta la cosa y Segimundo, mi heror, seme puso atomar whiskyotraves e muy defenerato y yo conel.teminanos lodos en mibanieira hacindono un bano dinversion muyrelasante y nos tomaron un champanqueteniguardado me sintomuyfelisss y pontro voy a treminar con etsa histeria.
Miacabo desfumar un cigaro quencontre poray...pssss yaaakkkkkk
Eperemo quw amita nosentere jijiji ppssssssssssssssss
Oh sona el trefono...quin sara????

Errra miram jajaja ppspssssssssss tenojo

Día 9

Un tropezón no es caída. Dos, sin embargo...resulta que ahora se me ha dado por chupar...es así, te sacás un vicio de encima para ir y agarrarte otro. Si ahora dejo de tomar, se me dará por la glotonería? Es casi seguro : estoy acorralado.
Ayer fue un día por lo menos confuso. Sólo recuerdo estar en mi bañera, escribiendo mi novela y después...después me estoy prendiendo un habano que me regaló no sé bien quién ni hace cuánto tiempo. Creo que hasta me tragué el humo, después estaba en el piso, justo al lado del teléfono...ahí fue cuando todo se fue a la mierda. Recuerdo los gritos de Miriam, desgraciado! Hijo de perra! Cómo me podés hacer esto? La gente siempre se confunde y se piensa que lo que uno se hace a sí mismo se lo está haciendo a ellos. En fin. Creo que después de Miriam hablé con todos los que tienen la desgracia de encontrarse en mi agenda. Recuerdo una cosa, todos querían venir a mi casa. Mi persecuta llegó a tal punto que terminé, una vez más, encerrado en el baño con la llave puesta y semi cubierto por la manta, esperando su llegada. Nadie vino. Puro bla bla. También recuerdo fragmentariamente una conversación con Jorge, en la que él se reía mucho y repetía, relajate hermano, es normal, es tan perfectamente apropiado. Me quedó esa palabra, apropiado. Porque lo último que se me ocurriría decir de mi comportamiento de ayer es que fue apropiado. Pero Jorge sabe, Jorge entiende. Por lo menos no fui al Cairo...

martes, 8 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 7

Domingo. Día difícil para algunos, sobre todo si no se tiene familia (y aún más si se la tiene), y si los amigos se han convertido en harpías que uno se ve obligado a evadir. Como viene siendo mi costumbre me la pasé todo el día en el baño, metido en la bañera, sólo que esta vez me agarré una borrachera como pocas veces. Todavía estoy intentando salir de ella y volver a una sobriedad que me permita ver las cosas con mayor claridad. Todo empezó cerca del mediodía, cuando uno de mis personajes entró en crisis, y, para no ponerlo a fumar, decidí que se tomara unas copas de vino, cosa que fue un error porque sus ganas de tomar me las transmitió a mí, y sus ganas, o debería decir las mías, de fumar, fueron suplantadas por el mayor vicio de todos en estos tiempos que corren, después del cigarrillo : el alcohol. Mientras escribía, y para hacerlo más verosímil, ejem, me fui a buscar una botella de cabernet que tenía en la bodega, y así fue como me instalé en el baño a seguir escribiendo. A medida que avanzaba la trama, decrecía el contenido de la botella. De mi novela pasé a unos poemas en demasía floridos ensalsando por demás las virtudes del alcohol y así de poema en poema me fui poniendo yo cada línea más borracho. La pasé divinamente. Estaba yo en la bañera, envuelto con una manta, escribiendo efusivamente y deleitándome con cada una de mis frases, hasta que escribir ya no me bastó y sentí la necesidad, o debería decir la necedad, de comunicarme en vivo y en directo con seres hablantes. Debo confesar que fue con gran esfuerzo que conseguí desenroscarme de la manta y salir de la bañera. Me inundó una repentina sensación de mareo y nauseas, a la que no hice caso. Tambaleándome me vestí y salí de mi casa. Arremetí hacia El Cairo, diciéndome que esta vez sí, esta vez iba a poder quedarme sentado y disfrutar de una velada pacífica e intelectual. Llevé conmigo a Pessoa, gran tomador (y fumador), sin miedo alguno, abrazándome al libro como para no perder el equilibrio. Nos sentamos en la que solía ser mi mesa de siempre y entablamos una productiva conversación. Al rato vino el mozo, me saludó cordialmente, qué bueno tenerlo de vuelta señor; yo le sonreí con picardía; él me miró perplejo. El señor va a tomar...sí, pensé, voy a tomar, quedate tranquilo que voy a tomar. Un whisky, le dije, y le guiñé un ojo. Él sonrió y se retiró moviendo la cabeza de un lado a otro. “Fracasé, como toda la naturaleza”, decía Pessoa. Se me escapó una risotada tan fuerte que los de las mesas contiguas se dieron vuelta para mirarme. Jeje, dejé de fumar, les dije, y, acto seguido enrojecí y volví a meter la cabeza en el libro. El mozo me trajo el whisky, me lo tomé de un solo trago y pedí otro. Hoy estamos de buen humor, dijo el mozo. Excelente, le respondí, y sonreí maliciosamente. Una vez más el ir y venir de su cabecita mientras se retiraba con mi pedido. “...todo vegeta en mayor o menor grado y con mayor o menor complejidad.” Muy cierto, me dije, y largué un suspiro sonoro. Otra vez miraditas provenientes de la mesa de al lado. Cosa extraña, me sentía acompañado como hace rato no me pasaba, por Pessoa, por supuesto, pero también por las miradas de los otros comensales y el ir y venir de la cabecita del mozo. Todo estaba en concordancia conmigo, formábamos una orquesta estupenda, la cual yo dirijía. Ahora ustedes se van a dar vuelta y me van a mirar, y ahora vos vas a mover la cabeza en un gesto de perplejidad y quizás desaprobación. Y todo esto lo van a hacer porque así lo dispongo yo.
Después de tres whiskies y el desasosiego de Pessoa retumbándome en la cabeza, pedí la cuenta y salí del café con la mayor dignidad posible, no sin antes despedirme efusivamente del mozo y de mis vecinos de mesa con un buenas noches a todos, queridos, queridísimos compañeros, les deseo lo mejor, la salud, sobre todo, hermosa gente que no fuma!! O algo por el estilo...Una vez en la calle, respiré profundamente el aire mortecino de la ciudad y me dirijí hacia mi baño. Pero resulta que en el camino me encuentro con una hermosa chica que no debía tener más de veinte años y que fumaba un cigarrillo mientras hablaba con otra. No pude evitarlo, y fui yo, créanme, el más sorprendido. No tentés que fumás, le dije, tratando de controlar mi mandíbula. Qué?, me dijo ella con la cara desfigurada. Que no tennnés que fffumar, jeje. Y una vez más me sonrojé y seguí mi camino mientras escuchaba los insultos de la chica y su amiga. Bien merecidos los tuve. No quise hacerlo, pero, teniendo la guardia baja, nació de mí mi primer reacción de ex fumador. Nuevamente a salvo en mi bañera, lo recuerdo y me maldigo.

lunes, 7 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 6

Ayer me pasé la mayor parte del día metido en el baño. Nunca había hecho semejante cosa, algunos podrán decir que nunca había caído tan bajo. Que lo digan. En el baño, me elevo a alturas insospechadas, me llegan inspiraciones antes vedadas. He descubierto un nuevo universo, limpio y puro, libre del ajetreo mundano que antes me agobiaba sin yo saberlo. Mudé mi biblioteca al baño, o parte de ella. Sentado en el inodoro, o bien acurrucado en la bañera, donde puse una frazada y una almohada, leo con una concentración que antes me evadía; escribo con una lucidez nueva; soy un hombre nuevo. Soy tan feliz en mi escondite que hasta almuerzo y ceno allí, y la comida me sabe exquisita. Casi no pienso en fumar, salvo cuando escribo este diario, pero entonces me siento tan alejado de mis antiguas ansias que puedo hacerlo sin correr riesgos. Jamás fumaría en mi nuevo santuario, donde me siento renacer cada día. Y mientras realizo mis actividades cotidianas, el teléfono suena sin parar. Pensé en desconectarlo, pero disfruto su rinrinear, disfruto de la impotencia de los otros. Esto fue hasta que caí. Eran ya casi las nueve de la noche cuando me encontraba en la sala buscando un diccionario y escucho el ring ring que ya es como música para mis oídos. Encontrándome de ánimo desafiante y juguetón, se me da por atenderlo. Era Jorge, uno de mis mejores amigos, también él escritor y no fumador, pero inofensivo. Me invita a cenar a su casa, no hace mención de mi nuevo estilo de vida. Acepto. Me digo que sería bueno salir un poco, cenar con un amigo querido sin correr el riesgo de tentarme ya que no fuma ni pontifica acerca del cigarrillo. Me visto muy campante, paso por el supermercado y compro una botella del mejor vino que encuentro, y me dirijo hacia la casa de Jorge. Cuando llego, abre la puerta y veo la culpa que se le salta de los ojos. Estaban todos. Raúl, Miriam, Carla, Gonzalo, y hasta el narigón, que no fuma hace diez siglos y todavía habla del tema. Recibí un abrazo de cada uno de ellos, alguna que otra palmadita en la espalda, y una mirada de reproche por parte de Miriam, seguida de un dónde te habías metido? Nos preocupamos. Estuve en el baño, le dije. El único que se rió fue Jorge. Estimado Jorge, a pesar de haberme traicionado. Pasamos a la sala y me encontré rodeado de miradas inquisidoras. Todos quisieron saber cómo me sentía, qué hacía con mis horas, si sufría. Todos querían compartir sus experiencias conmigo. Largué una risotada que hasta a mí me sonó falsa y teatral. Se hizo un silencio; yo también callé, enrojeciendo de vergüenza. Después todos rieron, igual de falsos que yo, pero con cierto alivio. Fue una escena espantosa. Jorge vino al rescate. Cenamos?, dijo, y nos condujo a todos hacia el comedor, como a un rebaño de ovejas enloquecidas. Baahhh, dijimos todos, y lo seguimos. Una vez sentados a la mesa, el silencio se prolongó durante unos minutos más, quizás los más incómodos de mi vida. Ninguno me miraba a los ojos, jugaban con sus cubiertos como chicos, hasta que, una vez más, Jorge rompió el hielo y me preguntó acerca del libro que estoy escribiendo. Hablé sólo durante algunos minutos, torpemente explicando mi idea del libro, mis avances y retrocesos, hasta que Miriam, esta vez furiosa, me miró a los ojos y casi gritando dijo, qué te pasa Antonio? No querés hablar de lo que realmente te está pasando? La miré sorprendido. Realmente estoy escribiendo un libro, dije, y volví a enrojecer. El narigón carraspeó, como preparándose para hablar. En ese momento comprendí que no iba a ser tan fácil, que me tenían rodeado y que no me iban a dejar ir así nomás. Cuántos días llevás?, quiso saber el narigón. Le iba a responder con otra ironía cuando me llovieron el resto de las preguntas. Tenés tos?, quiso saber Carla. Usás parche?, inquirió Gonzalo. Por qué no atendés el teléfono?, me acorraló Miriam. Te paso la ensalada?, preguntó Jorge, sin poder sustraerse a la ronda de preguntas. Parecían todos más interesados en preguntar que en escuchar lo que yo tenía para decir. Los miré a todos y callé. Si me permiten, dije después de unos segundos, tengo que ir al baño. Me levanté y desaparecí tras la puerta de aquel cuartito que me acogía aún en casa ajena. No volví a salir en toda la noche. Pero los podía escuchar debatir mi destino. No me lo tomaba en serio, decían, así nunca iba a poder combatir el, es obvio que está asustado, yo en su lugar pediría ayuda, yo fui a un médico que me dio unas pastillas fabulo, yo me puse el parche el primer día, ya ni pienso en, menos mal que lo, qué buena decisión toma, pobre Antonio, se va a quedar ahí metido toda la noche, lo voy a buscar, no, dejalo. Pobre Antonio fue la sentencia final. A eso de las once ya todos se habían ido, con la pansita llena y muy satisfechos con su vida, seguramente. Jorge me fue a buscar al baño; me encontró dormido en el piso. Dice que roncaba y me veía muy pacífico, como un bebé. Una vez liberado me tomé lo que quedaba del vino con Jorge, charlamos un rato de literatura y, con un abrazo sincero, nos despedimos. Nunca sentí tanto agradecimiento hacia alguien. Nunca, como esa noche, tanto miedo y desprecio por la raza humana.

viernes, 4 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 5

Anoche sonó el teléfono repetidas veces. Me abstuve de atender, sabía que era ella. Esta mañana ya lo había olvidado. Cuando sonó atendí y escuché una voz llorosa que repetía frases incoherentes del tipo de tan orgullosa, yo sabía que vos podías, podés contar conmigo, y ese tipo de idioteces. Calmate Miriam, repetía yo como autómata, mientras pensaba dónde había dejado los cigarrillos. Entonces caí en la cuenta de que ya no había cigarrillos en mi casa y de que ese era el motivo por el cual esa voz desfigurada me llegaba, ahogada en sollozos de orgullo y redención, desde el otro lado del tubo. La hice corta, estoy cagando le dije y corté. Acto seguido fui al baño. Estuve sentado largo rato hojeando unas revistas y descubrí la paz. Nunca se me dio, como a tantos otros de mi estirpe, prender un cigarrillo mientras cagaba. Ahora encuentro que el baño es mi nuevo santuario, el inodoro, como vulgarmente se lo llama, mi trono. Pero claro, no me la puedo pasar acá adentro. Pero por lo menos acá puedo leer, volví a escribir, casi podría decir que soy feliz, lejos de todo y de todos. El teléfono sigue sonando. Creo que hasta me estoy divirtiendo.

jueves, 3 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 4

Café El Cairo
Primera aproximación : acá estoy, sentado en éste café que tantos recuerdos me trae de noches enteras leyendo y escribiendo y, sí, fumando fumando fumando...Ya no. Hoy no. Este es mi primer intento por quedarme sentado en un café sin prender un cigarrillo. No fue fácil decidirme, pero, después de todo, éste es mi principal motivo para dejar de respirar, no no! Quise decir fumar, fumar, dejar de fumar! Esto es terrible, así no se puede...Como decía acá estoy sentado, ya pasaron más de cinco minutos, estoy seguro, no dejo de mirar mi reloj. Tengo ante mí las obras completas de Borges, que me aburren tremendamente pero por lo menos no me producen esas ganas...pensé en traerme a Pessoa pero estaría perdido. Carver, ni hablar. Tampoco mis poetas favoritos. Quizás Machado habría resultado inofensivo, pero me trae recuerdos de otras épocas, aquellas en que. Borges. Pensar en el viejo ciego me deja en un estado de paz y nada absoluto. Ahí me traen el té. Iba a pedir café claro, pero...un té está bien, es anodino, como Borges. Lo tomo, abro el libro pero no leo, escribo. La gente se ve tan pacífica, seguro debe haber algún fumador entre ellos...cuál será? Ese señor que se retuerce en su silla mientras el otro le habla, puede ser. Esa chica que está meta chupar la cucharita del café mientras su novio, en el caso de que sea su novio, se explaya sobre quién sabe qué tema. O esa señora gorda que le arremete a la medialuna como si fuera un salvavidas. Eso, una medialuna me voy a pedir, excelente!
El moso no me mira...antes, cuando trataba de llamar la atención de un moso y no lo lograba prendía uno y listo, esperaba tranquilo. Ahora no tengo ni una medialuna para mordisquear. Y dejé de comerme las uñas, es un hábito asqueroso y de lo más antiestético. Ahora me dedico a toquetearme el bigote, un poco más de lo habitual. Además, así tengo pinta de intelectual. Ya van diez minutos. Me tomé el té. Ya no sé qué más hacer en este lugar. Borges fue un error, esta asquerosidad de agua turbia fue otro, dejar de fumar el mayor de todos.

Ya en casa pero no por eso más tranquilo. Tuve que hacer un esfuerzo de titán para no parar en un kiosko. Caminé lo más rápido que pude. Ahora que estoy acá tampoco sé qué hacer ni quién soy. Estoy durmiendo doce horas por día, sólo porque estar despierto me resulta torturante. No estoy escribiendo. No estoy viviendo. Ya no veo a mis amigos fumadores, los pocos que quedan. Tampoco veo a los no fumadores y mucho menos a los ex fumadores. A estos últimos los detesto, aunque yo me esté convirtiendo en uno de ellos. Los no fumadores no me entienden y me miran con lástima, como si fuera un ser de otra galaxia que intenta abrirse paso en este mundo de hombres libres. Los ex fumadores me miran también con lástima, porque entienden por lo que estoy pasando, pero a la vez disfrutan de mi tragedia. Y, superados ellos, me atiborran de consejos inútiles que no les sirvieron para nada. Si dejaron de fumar fue porque un buen día decidieron convertirse en escoria y lo lograron. Nada peor que un ex fumador. Pero qué digo?
La culpa es mía, yo sabía que en el mismo momento en que abriera el pico y les contara de mi desición se avalanzarían sobre mí como buitres. Y así fue. Con miraditas de sosobra me invitaron a ser parte de ellos, como te invitan a formar parte de una secta satánica. En un principio creí que podría ayudarme, compartirlo con otros que hubieran pasado por lo mismo. Eso fue ayer. Lo llamé a Raúl, que no fuma hace un año. Grave error. Un año no es suficiente, siguen siendo vulnerables, y por ende peligrosos. Venite ya para casa, me dijo el muy pendejo, lo tenemos que hablar, no es nada fácil. Le dije que tenía que llevar el perro al veterinario y después ponerme un enema. No se lo tomó bien, lo del enema. Pero había podido percibir la satisfacción en su voz cuando dijo no es nada fácil. Había caído en la trampa yo solito. Y Raúl se encargó de transmitir la noticia a los otros sectarios, incluída mi ex mujer. Todavía espero, y temo, su llamado, que no tardará en llegar. Pero claro, ya no atiendo el teléfono.

miércoles, 2 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 3

No fumar me anula, definitivamente. Ayer no hice nada en todo el día, no escribí una sóla linea más allá de este diario estéril. Escribir me da ganas de fumar, leer me invita a fumar; caminar, cocinar, hablar, el silencio, todo, absolutamente todo me llama a fumar. Se es fumador o no se lo es; yo lo soy. O lo fui. Todavía no logro deshacerme de ese rasgo de mi personalidad. Soy escritor, de igual manera soy fumador. Cómo dejar de serlo sin dejar de ser por completo?Además, detesto estar de moda. Y lo cierto es que el que deja de fumar está de moda en estos tiempos que corren. Está de moda seguirle la corriente al sistema, hacerle caso al Gran Papá, y así estamos. Todo se prohíbe, menos lo importante. Cuando se prohíban las guerras, la prostitución, el abuso de todo tipo...ya está, esto se está convirtiendo en una apología del fumador. Estoy virando en sentido contrario al propuesto. Me dispuse dejar de fumar y es lo que voy a hacer. Llevo ya dos días “limpio”, como dicen los drogadictos en las películas yankis. Ja! Limpio! Qué ganas de ensuciarme todito de nuevo. Lo peor es que todavía no me atrevo a adentrarme en un café. Me van a ver la cara de fumador que todavía tengo y me van a sacar a patadas. No se puede tener cara de fumador, dedos de fumador, actitud de fumador. Atenta, incluso esto, contra la salud pública. Ahora no sólo tengo los dedos manchados de nicotina sino que además se me ha dado por comerme las uñas...los chicles y caramelos me dan nauseas. Dicen que cuando se deja de fumar se le siente más el sabor a las comidas. Yo no les siento gusto a nada, como por obligación, ni siquiera por hambre, sabiendo que me está vedado el placer de ...no voy a pensar más en eso que me está vedado. Pensaré en todo lo que me está permitido. No voy a pensar en nada. Y mañana será otro día.

Mi vida sin mí

Paso días sin salir de mi casa, sin bañarme, sin cambiarme de ropa. En casa y los doctores dicen que sufro de depresión. Yo les digo que no sufro. No me interesa salir, ya sé lo que hay afuera para mí. Afuera están el ruido y el movimiento perpetuo de gente insensata que no sabe por qué vive. Adentro estoy yo, sin tampoco saber muy bien por qué muero, sólo sabiendo que lo hago, como ellos, pero a la inversa. Quizás llegue el momento en que comience a vivir; lo dudo. El simple hecho de observar a los otros vivir me resulta agotador. El agetreo mundano me paraliza, ensordece mis sentidos. Por momentos me pregunto cómo sería mi vida si yo estuviera en mí. Esta pregunta me desubica, cosa que me desagrada profundamente, no llego a responderla, no tengo suficiente imaginación. Supongo que iría de un lado a otro como veo hacer a los demás. Tendría opiniones. Pero cuáles? No vale la pena, serían sólo opiniones, y de esas sobran. Quizás esto que acabo de escribir sea una opinión. La sospecha me perturba.

domingo, 29 de junio de 2008

Mi vida sin mi

En la supervivencia del día,
Es remontar cada instante
Lo que cuenta.
Se trata, no de vivir,
Sino de ser vivido
Torpemente,
Brutalmente
Por aquello que nos habita
Como un ser extraño.

Tengo treinta años y estoy muerta. Llevo muerta más de nueve años.
No siento nada, absolutamente nada, ni deseos, ni arrepentimiento.
Simplemente no soy. No estoy presente en mí. No sé quién lo está, lo desconozco.
Y a pesar de saber del momento en el que me abandoné, no siento deseos de volver a buscarme.
Los años pasan y no hago nada, salvo dejarme morir, lentamente, como un suplicio que no llega a mis sentidos. Encerrada en mí misma nada puede pasarme, y nada me pasa, salvo la nada, dolorosa y lenta, como una inyección que no termina, como una extracción de sangre que resulta eterna. Dejo que la vida pase a mi lado sin que se me mueva un pelo. Estando ya muerta, muero día a día. Por momentos me pregunto si esto es el infierno. Nunca llego a responderme, no me interesa lo suficiente.
Dicen que pasan cosas, en la calle, a la gente, en el pais. Yo no sé lo que es la calle, no sé lo que es la gente, ni en qué país vivo. La nada es mi ámbito, y de ella me nutro.
Cuando siento un deseo nacer en mí, lo aborto al instante, no pudiendo soportar su peso. No me interesa desear, sólo quiero estar tranquila. El contacto con la gente lo reduzco al mínimo. Los otros sólo me traen problemas, los siento como a un aire tóxico y contaminante. Me traen cosas del afuera vivo y móvil que mi estática no soporta. No pido nada y nada recibo, diariamente. La muerte es dolorosa, pero más dolorosa es la vida muerta, en la que ya no se siente el dolor que se siente. Soy y no soy. Respiro y me rebelo. No conozco el placer salvo por el reconocimiento de su falta.

Crónica de un ex fumador

Día 2

Ayer, mientras escribía, no pude evitar prender un cigarrillo. No lo dudé siquiera, fue un acto reflejo, tan arraigado está en mí el acto de prender un cigarrillo, tan arraigado en mis hábitos, en mi cuerpo. Después de un par de pitadas me di cuenta, no sin sorpresa, de lo que hacía. Miré el cigarrillo que se erguía ante mí, humeante, incandescente, desafiante. Parecía querer decirme, no me dejes, no me apagues, después de todos estos años...Lleno de culpa por un lado y por el otro, lo apagué en ese mismo instante como se le cierra la puerta a un viejo amigo que ya no te conviene, del cual te han dicho lo peor, que te ha traicionado, que te quita lo mejor de vos, tu vitalidad, tu juventud, tu Al diablo! Seguí escribiendo. Al rato me encontré prendiendo otro. Esta vez me dije, es tu último cigarrillo, disfrutalo y despedite. Aspiré el humo como si realmente fuera la última vez, lo sentí deslizarse suavemente por mi garaganta hasta largarlo contento por la nariz. Di otra pitada, la misma sensación, y esta vez largué el humo por la boca. A la terecr pitada ya no fue lo mismo, algo se había quebrado entre nosotros, la animosidad reinaba. Me dije, es él o yo. Me percaté de que escribir con nostalgia acerca del cigarrillo no era precisamente el mejor camino para dejar de fumar. De ahora en más he de atenerme a los hechos.
Hace más de una hora que me levanté y todavía no he sentido ganas de fumar. Bueno, salvando el momento del despertar. Luego de una noche agitada por sueños extraños con diversas formas cilíndricas y humeantes (fábricas, chimeneas, el caño de escape de un auto), desperté agitado pensando sólo en fumar. Me di una ducha fría y las ansias tabaqueras parecieron irse junto con los restos de piel y mugre y pelos. Así depurado me vestí y salí a caminar. Caminé largo rato sin dejar que mis pensamientos se detuvieran demasiado tiempo en nada. Unos a otros los dejaba suceder. Para no pensar en fumar me fue necesario no pensar en absoluto. No fue fácil. Todo me recordaba a mi repudiado compañero. Cada bar que pasaba y en el cual no me animaba a entrar por miedo a que mis ansias me hicieran salir a los cinco minutos; hasta pensar en leer el diario me resultaba amenazante. El humo de los colectivos me mostraba con ironía la ridiculez de mi empresa cada vez que aspiraba sus gases tóxicos. Me encontré por momentos haciéndolo a propósito. Me descubrí asimismo caminando detrás de algún fumador y aspirando sus deshechos humeantes como si hubiera descubierto una nueva manera de fumar sin hacerlo. Descubrí que se puede ser fumador pasivo y disfrutarlo. Pero pronto comprendí el peligro que corría y me abstuve. Empecé a evitar a los fumadores de la calle, traicionando así a mis hermanos de otrora. Volví a casa sintiéndome más paria que cuando fumaba, doblemente limitado en mis actos. Escribo todo esto para dejar asentado lo difícil e injusto de mi posición.

Otro Hambre

No sabía qué era peor, si la soledad de malacompañarse uno mismo, o la soledad de que te malacompañen los otros. Trabajar es un deber, le había dicho la cuñada con tono de reproche. Se le hizo un agujero en el estómago, en parte porque tenía hambre. Hambre también de poder sostener una conversación con gente que no se agarrara de conceptos como “el deber” para persuadirlo a uno de que ser feliz es posible.

miércoles, 25 de junio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 1

Hoy he decidido dejar de fumar. Como dice el viejo proverbio hijo de puta, “Si no puedes contra ellos, úneteles”. Siempre me deprimió aquel proverbio, y siempre que pude me rebelé ante él. Hoy lo encuentro tan traicionero como siempre, y sin embargo...Soy el más sorprendido de todos ante mi decisión. Por supuesto, soy el único que sabe de ella. Hacerla pública sería un error. No sólo añadiría una presión enorme a la que ya me he impuesto, sino que además haría más profundo mi fracaso en el caso de no poder llevarla a cabo, sobre todo encontrándola tan contraria a mis más profundos deseos de seguir inhalando tranquilo el humo que me ha acompañado todos estos años. Por qué entonces dejar de fumar? La respuesta puede pareserles caprichosa ya que no se trata de una cuestión de salud. Mi salud me tiene sin cuidado, como a todo aquel que goza de excelente salud. Los fumadores pasivos y la contaminación ambiental, sostengo, son un invento de los medios y una triste arma culpabilizante. No somos los fumadores los culpables de la contaminación ambiental. Lo son las fábricas, los colectivos, los autos y las motos, entre otros. No nosotros, pobres mortales, echando humo por nuestras narices y bocas. En cuanto a los fumadores pasivos...ja! que se vayan a llorar al parque y respiren el aire puro de esta ciudad gris y sucia, que caminen tranquilos por la calle mientras los colectivos les echan a la cara su putrefacta exhalación de humo espeso y venenoso. No. El asunto de los fumadores es tan sólo su asunto, es privado, y es íntimo. Es importante aclarar todo esto antes de proseguir.
La verdad es que extraño los cafés y bares donde antes se podía fumar sin que te penalicen o te miren con sosobra y animosidad. Extraño esos rincones íntimos y a la vez públicos donde una mesa me esperaba y a mis libros y cuadernos de anotaciones. Ahora lo digo : soy escritor. Y un escritor necesita de una mesa, y un escritor necesita su café predilecto donde encontrar esa mesa, rodeado de gente y sólo al mismo tiempo. Extraño la intimidad populosa del café. Ya sea El Cairo, Pasaporte, el más decrépito café de barrio; cuanto más decrépito y más de barrio mejor. Ahora estos oasis me están vedados. Entonces, cómo acceder nuevamente a ellos? Siguiendo sus arbitrarias leyes masivas. Nadie fuma ya en los bares, ni en París ni en Nueva York. Y esta falta me hace daño, me exilia, me condena. Me condena a dejar de fumar. Volver a los bares. Es esto lo que me lleva a dejar mi tan amado vicio.

lunes, 23 de junio de 2008

La Vuelta a Manzana...JA!!

Nadie me avisó que no se podía dar a las tres de la mañana...

Estábame yo en lo de mi querido amigo Mariano, quien ocupado como estaba con sus valijerias de viaje no tenía ya más utilidad que hacer de mí. Por ende me decidí a prolongarme hacia el boliche yo sola a donde encontrarme con mi amigo el colo quien probablemente tampoco tendría utilidad para mí. Con esa perspectiva salí de lo más campante, como tantas otras veces, hacia el afuera nocturnal. Iba yo a cuadra y media de lo del antes mencionado cuando veo con mis propios ojos y siento con mi propio sentir el peligro acechante de un grupete masculino de seis encapuchados justo en la calle por la cual iba yo a doblar. Digome "detente! y sigue tu camino derecho por la misma cuadra oscura", así lo hago cuando a de repentes encuéntrome fantaseando con que me siguen. Miro para atrás para descubrir oh sorpresa! que no era tal una fantasía más un hecho : tres encapuchados se acercan hacia mí y discursan así : "no tenés una moneda?" Oh no, me digo. "oh no", les digo. Es entonces que el malhablado lanza su contraataque : "dame el celular" y muéstrame una navaja, que a mi pobre memoria se le presenta como no sólo pequeña sino también un tanto oxidada. Nunca lo sabremos. Ante semejante orden mis sentidos enmudecieron y sólo mis grandes poderes de supervivencia tuvieron lo qué decir: al trote partí en sentido contrario! Corrí cual leona en la selva, cual amazona, cual maratonista, y tales fueron mis poderes atléticos que atónitos dejé a mis perseguidores, quienes, a verdad decir, o bien no se encontraban en buen estado físico, o bien no supieron qué hacer ante semejante reacción escapista y cobarde de mi parte. Realmente la juventud está perdida! No sólo quierenme robar, estafar diría yo (cuánto pueden sacar con un celular de hace tres años?), sino que por encima de esto no tienen ni el estado físico ni la buena predisposición para ponerse a la altura de mi desafío. Admito, encontrarme correteada por tres encapuchados no era mi idea, pero entonces cuál era? No lo sé ni lo sabré. Tuve suerte? La tuve.
Topeme con ladronzuelos que no estaban a mi altura. Triste hubiera sido termianr navajeada y llena de óxido en una callejuela oscura y deshabitada, sin celular, quizás sin ropa con la cual presentarme nuevamente en sociedad, quizás incluso sin honor ni respeto por mí misma. Como se sucedieron los acontecimientos antes racontados, pude retornar a lo del antes mencionado no sólo vestida y telefónicamente habilitada, sino con el honor intacto y un cierto regocijo ante tal escapada inspirada por quién sabe qué instinto bien conservado en mi cuerpo físico.
Quiero agradecer a los pillos la lección aprendida esa noche : no importa qué tan ensimismada en mí misma, no importa qué tan inútil le sea a los otros, no importa en fin nada de lo que hace que a uno se le dé por salirse a pasear. No es seguro dar la vuelta a manzana a las tres de la mañana. Ni a ninguna hora para el caso. Punto final. Derrumbe definitivo del mito de la vuelta a manzana.

Escribir por encargo

Llamado a la Comunidad Bloguera :
Siempre me resultó interesante escribir por encargo, asique si alguno es tan amable de largarme un tema, cualquiera, el más nimio, para que yo escriba acerca de él, se los agradecería enormemente. Pueden ser uno o más, larguen ustedes que yo los sigo. Puede ser una simple palabra, o frase, o una idea.
A veces uno se cansa de sus propios fantasmas y necesita de los fantasmas de los demás.
Atentamente,
Anónimo

jueves, 19 de junio de 2008

Diferencias

"Los hombres se sienten con derecho a ser excéntricos y originales; de la mujer esperan que se conforme con ser banal. Toda excentricidad de su parte será tomada como signo de locura, es decir, de histeria."

lunes, 16 de junio de 2008

La Familia

En la familia somos todos del campo, todos pensamos igual respecto de todo o así lo aparentamos porque aparentamos todo. A quien no está de humor o con ánimo civilizante, se le frunce el ceño. Quien busca un poco de camorra como deporte sano que es en algunas otras civilizaciones, es deportado a la mesa de los pequeños, que tampoco pelean. No se discute nada porque pensamos todos lo mismo y si esto no es cierto se lo aparenta. Mantenemos el satus quo que de status no tiene nada y de quo no sé porque siempre me dio miedo esa palabra gelatinosa. Las matriarcas reinan, de más está decirlo. A los patrircas se los tolera, como a niños. Obligatorios son los por favor, gracias y los qué rico durante la comida abundan. Es marca de la civilidad que de tanto en tanto se nubla por culpa de alguno que olvidó la palabra clave. Se habla mucho de comida, siendo un tema poco conflictivo. Es de buen entender que nadie empiece a comer hasta que todos los comensales se hallen sentados a la mesa, y nadie osará levantarse hasta que todos hayan terminado. Tradicionalistas, las mujeres levantan la mesa mientras los hombres hablan de cosas de hombres, como en los viejos tiempos, tan bonitos. Fumar es negativo y todo lo negativo es excomunicado de la comunidad al instante, así como el conflicto, cuando sentados a la mesa. La paz reina, a veces in absentia. El que se queja se queda solo, al rincón, para que aprenda que la vida es bella. No hay nada de qué quejarse. Vivimos en el mejor de los mundos posibles y somos todos del campo.

sábado, 7 de junio de 2008

Hambre

El chico se acercó a su mesa con el mismo discurso de siempre : una ayudita por favor, una monedita no tiene don ? Pero, cosa insólita, el mocoso tuvo el descaro de sentarse a su mesa justo cuando le traían su filet de pollo con puré. La mosa, tan sorprendida como él, se quedó ahí parada, observando la escena. Gabriel nunca se había sentido tan incómodo. En flor de aprieto lo había puesto el chiquito éste que ahora lo miraba con ojos grandes y acuosos, y, como inspirado por el filet, parecía ahora cantar : tengo mucho hambre señor por favor algo para comer. Lo miraba a los ojos y, con un dramatismo jamás visto en teatro alguno, bajaba la mirada hacia el filet y luego volvía a posarla sobre su ahora furiosa audiencia quien pronunció la crítica final ante semejante espectáculo : "yo también", y le hincó el diente al codiciado pollo.

lunes, 2 de junio de 2008

La abuela y el general

De espaldas a la puerta de entrada, sentada en su silla de ruedas; por su chalina gris la reconocí. Llevaba puesto un gorro de lana, sostenía en brazos un perro de peluche envuelto en un pañuelo. La abracé, envolviéndola con la ternura que su figura me transmitía. La besé, me besó. Empezó hablando del perrito y del peligro que éste corría en caso de que volviera el general. No iba a permitir que se lo llevara. Ella se ocupaba de él, era suyo; el general no tenía derecho a quitárselo. Le pregunté acerca del perrito, dónde lo había encontrado, si era feliz. Ella hablaba, me contestaba, le hablaba al perrito, y al general. Sostuvimos esta semi conversación durante algunos minutos pues no era insostenible, como muchos pensarían, sino todo lo contrario. Le aseguré que el general no tenía derecho alguno al perrito, que era suyo, que la quería sólo a ella. Pero mis palabras no la atravezaban, tan sólo esa imagen, la del perrito a quien protegía; tan sólo esa protección, que sólo ella podía brindar. Los dejé solos, a mi abuela, la dama del perrito, y su nuevo amigo. Los dejé preguntándome qué pasaría con ellos, si el general vendría a reclamar su presa, si mi abuela cedería. Me dije que no. Apreté los dientes al cerrar la puerta y me aseguré que no, que nadie iba a separarlos. Acompañada por esa ficticia certidumbre abandoné aquel lugar inhóspito donde mi abuela se albergaba por voluntad ajena y me dije, me aseguré, que estaba acompañada, que el general nada podría contra ella. Pero quién es, me pregunté desorbitada, este general que rapta perros en medio de la noche? Y así envuelta en fantasía ajena caminé largo rato temiendo su llegada.

martes, 27 de mayo de 2008

Tarde de noche

Algo que me trascienda
busco
encuentro
eso que me contorna.
No es esta mi forma,
me digo,
me contradigo.
Soy límite.
Soy barrera
y prisión.

lunes, 19 de mayo de 2008

Los hombres y las mujeres...son todos iguales!

Cada vez que escucho decir a un hombre "no entiendo a las mujeres", o a una mujer "y qué querés? son hombres!" se me crispa el cuero cabelludo que con tanto ahinco intento relajar en mis clases de yoga, sin obtener resultado alguno.
Sospecho que quienes usan frases como estas las aprendieron de sus mamis y sus papis y lo único que hacen es repetir una fórmula arcaica que ni siquiera saben por qué utilizan.
Si las mujeres fueran todas iguales y los hombres también todo sería mucho más fácil y no habría lugar para el asombro ni para ningún otro sentimiento más que un profundo aburrimiento.
Pero cuando el cerebro no da para más las fórmulas trilladas lo dan todo de ellas mismas, generosas por demás y de vida parasitaria.
Cuando se deja de ver a la persona a la que se intenta comprender y se la encasilla en su género para explicar todo, las fórmulas trilladas que aprendimos después de escuchar cientos de discusiones entre mami y papi nos vienen como anillo al dedo (perdón! otra trillada!).
Quedarse sin comprender es frustrante, pero cuánto más lo es dejar salir semejante idiotez de la boca para quedarse todavía sin entender y encima no ser más que copia de una copia de una copia.
Vivan los ancestros! Al final, y por desgracia, salimos todos igualitos.

Vida y Muerte de un Alma Agazapada

Nada me colma ni puede colmar:
Mi deseo lo desconozco.
Anhelante,
Miro hacia el mañana
Y no encuentro
Eso que me elude.
Sombra de mí,
Espejos vacíos,
Rostros inmóviles
Y un canto a lo que fui
Que ya no puedo ser.
Días malgastados
En espera vana.
Noches insomnes
Llenas de sueños.
Y un despertar furioso
A mi yo cotidiano.
Es esto vivir?

Me copio a mí misma,
Me plagio
Y me subvierto.
No encuentro el valor
En esto que escribo
Ni el valor para escribir.
Esto es morir.

Encerrada en mi intelecto
Grito frases racionales
Que nada tienen que ver conmigo,
Salvo la nada.

Aprender a decir,
Aprender a escucharse
Decir.
Aprender a vivir
Y a morir.

No dejar de rezar
A eso que existe en uno
Y que no tiene nombre
Ni edad
Ni empleo.
Que vive a pesar de uno
Y porque uno es uno.

Abrirse al silencio,
El silencio íntimo
Del poema
Todavía sin escribir.
Dejar que la voz venga
Cuando tenga que venir.
Saber esperarse
Es saber decir.

Me atraganté con la sorpresa
De mi nueva visión:
Lúcida escupí
Un poema tras otro.
No era eso lo que quería.
Buscaba evadirme
Cuando me encontré.

Rechazados quedaron
Los poemas.
No quería verlos,
Ni a ellos ni a mí.
Decidí esconderme
En ojos ajenos
Y desde allí
Juzgarme sublime.

martes, 13 de mayo de 2008

Los tres que escriben

Escribe acerca de un hombre que escribe acerca de una mujer que se pregunta por qué escribe.
Y detrás de todo disfraz, la máscara-espanto de la Muerte. La que teje los hilos de la trama, hilvana los sueños de los vivos. La que los impulsa a vivir, única manera de acercarlos a ella.
La mujer se pregunta si quiere realmente escribir; el hombre el por qué de esta pregunta; el escritor engañando a la vida y, con ella, a la muerte. Escribe para dar a luz más vidas, para triplicar la suya, escribe para una incierta eternidad. Y la Muerte ríe, su máscara-espanto se sacude de una risa que no es cruel sino paciente, casi maternal. Y el escritor tiembla y suda, lapicera en mano; la duda revoloteando como mosca enloquecida. Pero escribe, porque sabe que no hay nada más allá del acto.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Una moneda

La moneda mugrienta
rueda; ruegan
una moneda.
Desolación y miseria en la mirada.
El monedero vacío, a mano.
Qué dar?
Sonrío.
No.

Paisaje Urbano

Darse tiempo. Darse el Tiempo. Detenerse.
Nos rodea lo que llamamos realidad?
El cielo azul. Los árboles verdes.
Pinto un árbol rojo sobre un fondo de cielo amarillo.
Es mi furia que la realidad opaca, encandila, cega.
Furia ciega de árbol rojo.
En mí y en los otros un dormir despiertos.
Inquietud sin respiro.
Rostros, gestos. Vivos o muertos? Mortales.
Ciudad colmada y vacía.
Escombros.
Y el sol y el aire.
Paisaje urbano. Vida de rebaño sin pastor.
Verde sin vegetación, azul sin cielo.
Pinto un cuadro negro que todo se traga, nada permanece.
Salvo la vida, y con ella la muerte.

miércoles, 30 de abril de 2008

Digresiones

La Falta Ordenadora ordena la falta
Necesito estructuras, me dije. Algo que regule, ordene mi día. Estoy pronta para ir a francés - actividad estructurante y ordenadora. No voy a ir. Lo sé. No lo sé. Lo sospecho.
Será que necesito estructuras para poder romperlas? Será que necesito romper algo? Romper con algo? Faltar a una actividad, un compromiso o invitación, equivale en mí a cometer una falta? La culpa es el postre de semejante festín libertinoso.
Faltar a algo para estar presente en mí? Y es que lo logro? Difícilmente. Estar presente en uno es un don, un regalo, o bien, para los más capaces, un ejercicio que requiere disciplina y conciencia de sí. Será?
Faltar para escribir todo esto. O escribir todo esto para justificar débilmente mi falta. Falta de qué? Qué me falta? No era que me faltaban estructuras carajo?! Qué estoy haciendo? Escribiendo.

La Falta como Pérdida
Cada vez que se me da por no ir - llámesele faltar (ridículo término con grandes implicancias) a algún lugar a donde fui invitada, o a alguna actividad a la que me auto-invité, siento, primero que nada, alivio y el roce de lo que llaman libertad. Pero a esta sensación que dura apenas un instante le sigue inmediatamente (sin mediación) la culpa y la certeza de que me estoy perdiendo algo importante o significativo, y que esto me condena de manera inmediata y segura. No voy, ergo pierdo. Olvido por qué no fui, o por qué me quedé, me teletransporto al lugar en cuestión y me imagino con absoluta convicción (lo cual ya no es imaginar sino condenarse) las bondades perdidas y a jamás recuperar. Faltando me pierdo. Sólo a veces, y quisiera saber yo cómo esto se produce, me encuentro. Entonces me digo, "acá estoy, qué bueno".

martes, 22 de abril de 2008

YOGA : relajarse es posible

...ahora vamos a relajarnos...relajamos los dedos de los pies, las rodillas, el coxis, ahora los dedos de las manos...todo muuuuy relajaaaado....el cuero cabelludo, vamos a relajar cada punta reseca de cada pelo, cada cana, cada superficie desteñida. Ahora relajamos el mentón, la nariz, cada pelito de la nariz, las cejas....muuuy bien, ahora los dientes, las caries, caaada una de las pupilas gus-ta-ti-vas. Recorremos nuestra boca con la lengua, sentimos cada uno de nuestros dientes, ahora sacamos nuestra lengua, larga, laaaaaaarga, y la in-ser-ta-mos en la boca del compañero...

lunes, 21 de abril de 2008

La Promesa

La mujer cruzó la calle y en ese mismo instante se dio cuenta de que no llevaba puestos los anteojos. Se dio vuelta y miró hacia la vereda de enfrente. Sí, ahí estaban, resplandecían al sol. Caminó rápido hacia ellos sin mirar si venían autos, su mirada fija en el brillo que emanaban los lentes. Cuando estuvo a punto de alcanzarlos todo se puso negro a su alrededor – viene tormenta, pensó, y escuchó un ruido a puerta cerrada bruscamente por el viento.

La tormenta no vino, y en su lugar un sol cálido que lo cubría todo, y una brisa fresca que la arrullaba. Pero además alguien cantaba, una melodía extraña y a la vez familiar y que venía de muy lejos. Se llevó las manos a la cara y tocó un líquido tibio y espeso que también había humedecido su pelo. No sentía el resto del cuerpo. Intentó desplazarse con ayuda de las manos pero se sentía muy cansada, y el sol era tan tibio y ese líquido que le acariciaba la cara. De a poco se fue sumiendo en un sueño que prometía ser sumamente placentero, que se acercaba y se alejaba, como jugando con ella, iba y venía, igual que la melodía – ahora la recordaba, era la melodía de una vieja canción de cuna que le cantaba a su hija para que se durmiera. Ahora la melodía la arrullaba a ella, le acariciaba la cabeza, le prometía reposo. Cumpliría?

Pedagogía IV: Reto

Inocentemente fui a buscar a mi hija al jardín. Allí me recibió una jauría de niños y una Seño mal contenta. Aparentemente mi hija es Rita la Salvaje, y ya no Ricitos de Oro. Expulsadas del Jardín del Edén. Mi chiquita pegó, pateó, escupió y mordió : todos los NO del mundo infantil regido por los adultos. Será por eso que el reto más grande me lo llevé yo. Me retó largo y tendido la Seño, “señora, señora, su hija, su hija”. Y yo le ofrecí mi mejor sonrisa en un intento infructuoso por apaciguarla. “No puede ser”, repetía la Seño, moviendo sus brasos musculosos de un lado a otro, de arriba a abajo. Que se decida y eche a volar, pensé maliciosamente. Pero seguí sonriendo. No sirvió de mucho, pero realmente no se me ocurría qué otra cosa hacer. Después de todo, quién resiste una sonrisa? Aparentemente la Seño, acostumbrada a padres sonrientes y resignados. Pero la Seño no se resigna.
Apenas subimos al auto, Rita y yo, me preparé psicológicamente para retarla así como la Seño me había enseñado tan didácticamente. Mi hija me cortó en seco con un “Mamá, de dónde vienen las olas?”

sábado, 19 de abril de 2008

Hay días como hoy...

Hay días en que uno no sabe dónde meterse, no encuentra su lugar, no encuentra qué hacer ni con quién estar. Va de un lado a otro como un autómata, intentando dar con algo que lleve su nombre. Pero se encuentra huérfano de propósito, abandonado al azar del momento presente y el incierto futuro. A veces esto puede resultar terrorífico, y se intenta llenar el tiempo con todo tipo de actividades, algunas no muy activas que digamos. Hay algo del vacío, del tiempo libre, de la libertad misma, que nos termina enjaulando, tragando, paralizando. Así como la hoja en blanco puede resultar paralizante, el día en blanco a ser llenado a nuestro gusto y piacere puede resultar angustiante. Por qué? Alguna explicación habrá; yo todavía no logré encontrarla.

Y en esos días, necesito que algo o alguien me reclame, me encuentre. Como a un chico perdido en un museo, un parque de diversiones, una plaza : no veo las posibilidades a mi alrededor, sólo quiero que me vengan a buscar.

jueves, 17 de abril de 2008

Pensares

No hay nada más decadente que irse a dormir porque se terminó el vino.


Nada más egoista que pensar en los demás y ser consciente de ello. Para el caso, ser consciente es ser egoista.


Nada más tedioso que mostrarse interesado (lo esté uno o no; el tedio está en mostrarlo).


No hay nada más snob que usar la palabra snob.


Nada más propicio que llamarse María y estar llena de gracia.


Nada más descorazonante que el mate lavado.


Nada más corajudo que cantar fuera de la ducha.


Nada más terminante que una birome sin tinta.

domingo, 13 de abril de 2008

Salvación

Le tiemblan las manos; algo en su garganta le dificulta el tragar. Se toca reiteradamente el pelo como cerciorándose de no estar quedándose pelada, pero lo único que logra es quedarse con tres o cuatro pelos en la mano que distraídamente deja caer al piso con desdén. Se siente irritable y molesta; algo no le permite seguir el hilo de la historia que está leyendo. Deja y retoma el libro con un gesto de autómata. Es evidente que algo la preocupa, trastornando incluso su cavilar, pues no hay pensamientos en su cabeza, sólo tribulación y caos. Un caos de nada, un caos vacío. Espera.

La sala de estar donde se encuentra está compuesta por una mesa raída, con sillas que alguna vez pertenecieron a otras mesas; un sillón con el vientre reventado por tanto peso humano, y un televisor que permanece prendido a lo largo del día. A excepción de Lucía, la sala se encuentra desierta, con un cierto aire de abandono que la vuelve más lúgubre todavía. Como haciéndole burla, la sala también parece esperar, con la patética paciencia que se le atribuye sólo a los muertos.
Desde el patio se infiltran las voces de los otros que ríen y piden cigarrillos y fuego. Finaliza la hora del almuerzo. Lucía prende un cigarrillo, imitando inconscientemente a los otros, los del patio, los que no esperan. Pero en ese lugar todos esperan; esperan la hora del almuerzo, el momento de ir a fumar al patio, la hora de la siesta, la merienda, las visitas, las pastillas, el programa de televisión preferido, el ataque de pánico, la violencia y la desesperación, propia o ajena. Esperan que algo estalle, en ellos o en los otros. Ya no esperan la salvación, se saben condenados.
En la casa las reglas son estrictas y todo tiene un horario .Nada es dejado al azar, siendo el azar lo que los reunió allí. Con Lucía tuvieron que hacer una excepción; no reconoce ni el tiempo ni el espacio, no sabe dónde está ni en qué momento de su vida, o cómo y por qué llegó allí. Sólo espera. La dejan tranquila porque se ciñe a esta tarea autoimpuesta con más disciplina de la que se podría esperar de los otros, de cualquiera.

Repentinamente todo es silencio alrededor de Lucía, ya no se escuchan ni las voces de los otros, ni sus risas y pasos torpes.
Una figura difusa vestida con un camisón y bata de seda entra en la sala donde se encuentra Lucía, quien viste un atuendo similar. En el instante mismo en que hace su aparición la figura, el cuerpo de Lucía se relaja; permanece sentada; sus pupilas se dilatan y un brillo nuevo se asoma a sus ojos. “Viniste”, dice con vos trémula.
“Claro, no vengo a verte todos los días?”
“Sí, y todos los días te espero como si fuera la última vez.”
“Esta es la última vez. Vine, sí, para despedirme.”
Lucía reprime un sollozo, se para, se vuelve a sentar. La figura se le acerca, pero no la toca.
“A dónde te vas?”, pregunta Lucía.
“No llores, es mejor así”
“Cómo puede ser mejor? Por qué?”
“Ya es tiempo. Pasaron quince años. Es tiempo.”
“Quince años”, murmura Lucía, como si fuera un espléndido disparate que escucha por primera vez. “Quince años?”, repite sin entender.
“Quince años es mucho tiempo”, dice la figura, “ya sos grande, toda una mujer. Es hora de salir al mundo.”
“El mundo”, repite estúpidamente Lucía.
“El mundo”, hace eco la figura, “lo que está afuera, donde vivíamos.”
Un destello de luz atraviesa la mirada de Lucía. “Pero si nunca vivimos en el mundo, mamá. De qué mundo me hablás? Este, vos, esto es el mundo.”
La figura la mira con ojos llenos de ternura. Se acerca aún más, extiende su mano como para tocar el rostro de Lucía, pero la retrae. La mira un instante más, los ojos llenos de una oscura compasión. Retrocede unos pasos y abandona la habitación.
“Mamá”, llama Lucía.
Silencio. La sala quedó vacía. Lucía mira a su alrededor, pánico en sus ojos. Se aferra a su bata y la huele. Su cuerpo se vuelve a relajar. Alguien se acerca a la puerta y la escucha decir “Te espero mañana”. La enfermera entra en la sala y le pregunta a Lucía si necesita algo.
“Nada”, reponde ésta con firmeza y prende un cigarrillo.

jueves, 10 de abril de 2008

mamá trabaja

Juan
Mamá trabaja. Papá también. Pero se ve que mamá es más inteligente y fuerte que papá porque se ocupa más de nosotros y de las cosas de la casa. Además, cada vez que papá cocina o pone la mesa es todo un alboroto, sobre todo si hay visitas. "Qué bien Jorge", dicen las visitas, "cómo te ayuda". Como si papá fuera retardado y es todo un acontecimiento cuando levanta un plato o se ocupa de Carmencita que es chiquita todavía y molesta mucho. Mamá parece orgullosa de papá en esos momentos y a mí me da un poco de bronca, no sé si con mamá o con papá. Harán el mismo espamento en el trabajo de papá? Trabaja en una oficina, calculando cosas, creo. Se pondrán todos contentos cuando le sale bien una suma, como hacen conmigo cuando hago bien la tarea? A lo mejor yo heredé eso de papá, a lo mejor no soy tan inteligente como mamá que hace todo bien. No sé, y me da miedo preguntar. Están los dos muy ocupados. Y no le puedo preguntar a papá, se puede enojar. Y cuando se enoja se la agarra con mamá, pero ella siempre entiende. Esto también me da bronca, pero no sé si con mamá o con papá.



Sofía
Papá trabaja. Mamá también. Pero mamá trabaja menos que papá porque se ocupa de nosotros y de la casa. Se ve que no es tan inteligente como papá porque para trabajar hay que ser muy inteligente dice papá y no tanto para limpiar la casa y cocinar y estar con nosotros. A veces papá también hace estas cosas, pero como un favor a mamá quien siempre dice gracias. Y papá se pone muy orgulloso, igual que mamá, y le da un beso en la frente y le dice que tiene cosas que hacer que se ve son más importantes que las de mamá porque él nunca le dice gracias a ella cuando levanta la mesa por ejemplo. No sé, yo cuando sea grande quiero tener un trabajo como el de papá y que me digan gracias cuando hago algo en la casa.

jueves, 3 de abril de 2008

Delirio

Nilda trabaja como cajera en un pequeño supermercado. Es extremadamente rigurosa y eficiente, al tener la convicción de que el supermercado le pertenece. Ninguno de los otros empleados y encargados sabe de esta profunda convicción y es por eso que encuentran a Nilda un tanto extravagante e insufrible. En un estado de gran tensión y nerviosismo, se la pasa dando órdenes a sus compañeros y pierde la paciencia y la compostura cuando alguno de ellos comete un error o se mueve con parsimonia. Al principio, esta actitud de Nilda los irritaba y asustaba un poco, pero con el paso del tiempo llegaron a aceptarla, ya que su comportamiento se convirtió en la única diversión que rompiera con la monotonía del trabajo. Se entretenían observandola, su pequeña figura de músculos siempre en tensión, con su rodete impecable, apenas unos suaves mechones rubios que le caían sobre la frente y que Nilda ignoraba. Pero estos mechones dispares le daban un aire juvenil que la rigidez de su rostro y cuerpo contradecían. Constituían una excepción en su fisonomía, algo que apenas si la acercaba a resultar enternecedora. Los encargados, que eran dos, no compartían este punto de vista. Pero la excelencia y exactitud con que Nilda llevaba a cabo su trabajo – algo nunca visto en una cajera de supermercado – compensaba el hecho escalofriante de que estuviera loca de remate. Se movía con agilidad y presteza, nada se le escapaba. Resultaba difícil interferir con semejante personalidad.
Hacía ya un año que Nilda supervisaba su supermercado con cariño y esmero. Gracias a ella ya no faltaban mercaderías y todas las cajas se encontraban a disposición de los clientes. Estos tampoco conocían el secreto de Nilda, pero confiaban ciegamente en ella y su caja estaba siempre congestionada, aún cuando las otras tuvieran sólo dos clientes esperando. La fila que se aglomeraba tras la caja de Nilda desaparecía con una rapidez inusual. Jamás cometía un error ni requería de la asistencia de otros cajeros o de los encargados. Nunca le faltaba una birome (se aseguraba de llevar cinco nuevas todos los dias), y siempre tenía monedas para dar cambio a los clientes. Los demás cajeros comenzaron a dirijirse a ella cuando surgía algún problema, en lugar de dirigirse a los encargados, quienes, a esta altura, empezaron a dejarse estar, apoyándose en la excelencia de alguien a quien seguían considerando una simple cajera, aunque, en el fondo sabían que dependían cada dia más de ella, a pesar de sus sospoechas de que algo no encajaba.
“Qué le pasa a esta?”, se preguntaban. “Dejala”, decía Jorge, un hombre pelado de panza abundante que se dedicaba a pasearse por la fiambrería en sus momentos de ocio. Ernesto, el otro encargado, nunca sabía si esto lo hacía atraído por la chica de la fiambrería, una morocha atractiva y vivaz, o por los encurtidos, probablemente más vivaces y atractivos para Jorge, pensaba maliciosamente Ernesto, en sus momentos de ocio. “En fin”, concluía siempre Ernesto, “qué maquinita nos conseguimos con esta, no hace falta ni enchufarla”.
Al finalizar su jornada laboral, a las seis de la tarde, Nilda no iba derecho a casa sino que recorría los otros supermercados de la zona para estudiar precios, variedad de mercaderías, asi como el desempeño de los empleados. Entraba sigilosamente y observaba todo con sus pequeños ojos de roedor, abarcando el supermercado entero con su mirada. Recopilaba datos y, una vez en su cuarto de pensión, hacía números y le venían a la cabeza brillantes y audaces ideas para mejorar el servicio que brindaba a sus clientes. Al dia siguiente, informaba de esto a los encargados y empleados mientras se preguntaba por qué ponían esa cara de sorpresa e intercambiaban miraditas divertidas. Llegaba finalmente a la conclusión de que no compartían su espíritu de progreso y que si fuera por ellos el supermercado se iría al quinto demonio. Pero mientras ella estuviera in situ y los tuviera cortitos, el barco no corría peligro de naufragio.
Desgraciadamente, tanta actividad desenfrenada y el estrés correspondiente comenzaron a afectar su salud. Sufría de insomnio y le costaba levantarse a la mañana. Se daba cuenta de que su cabeza no estaba funcionando con la rapidez y lucidez habituales en ella.
La Sra. Etcheverri, dueña de la pensión donde vivía Nilda, de unos sesenta años de edad y con un fuerte instinto maternal, notó el cambio en la actitud de Nilda y, preocupada por la salud de su pensionista (siempre puntual en el pago), se decidió una mañana a preguntarle si tenía algún problema de salud o personal. “Sí, el personal”, le respondió Nilda con un suspiro, “me está dando mucho trabajo, no cooperan, vio”. La Sra. Etcheverri, confundida, le preguntó de qué hablaba. Fue así como se enteró del supermercado y de las demandas que le imponía a su dueña. La Sra. Etcheverri la miró perpleja. No entendía qué hacía la dueña de un supermercado viviendo en una pensión de mala muerte, no entendía qué hacía trabajando en el supermercado siendo la dueña, y menos aún, como cajera. Pero la Sra. Etcheverri no dijo nada de todo esto sino que se limitó a escuchar y desearle un buen dia. Pero esa misma noche interceptó a Nilda y le dijo que quería hacerle una sugerencia. “Conozco un profesional que la puede ayudar. Es evidente que está usted muy estresada mi querida. No se preocupe por los honorarios, los puede discutir con él, dígale que va de parte mía. Es un hombre muy flexible, ayudó mucho a mi cuñada, ella no podría haberse dado el lujo de ir con un profesional de su talla”. Nilda la miró sin comprender y una vez que comprendió dudó. Le pareció exagerado, ridículo, eso era para gente que no estaba tan ocupada como ella con semejantes responsabilidades. “Insisto”, dijo la Sra. Etcheverri, “es precisamente para gente como usted”.
Pasaron unos dias hasta que Nilda, exhausta y francamente preocupada, se decidió a ir a ver al Dr. Z., médico psiquiatra.
Su primera impresión fue buena. El Dr.Z. era un hombre de unos cincuenta años, canoso, que usaba lentes y lucía una barba blanca bien cuidada. Era la imagen del profesional concienzudo que Nilda tanto respetaba. A la primer entrevista, en la cual Nilda le contó de las exigencias de su trabajo, le siguieron varias otras en las que insistía con el asunto que tanto la consternaba, los empleados, la mercadería, los precios, la competencia; mientras, el Dr. Z. le hacía preguntas con el propósito de desviarla del tema. No fue fácil. Pero pronto Nilda se encontró hablando de su familia, de su infancia, y otras cuestiones que según ella no tenían nada que ver. Sin embargo, el Dr.Z. resultó ser un hombre muy persuasivo y Nilda empezó a confiar ciegamente en él. Le habló de su padre, un hombre severo y autoritario quien nunca creyó en ella y apenas si notaba que existía, volcando toda su atención en sus dos hermanos mayores. Su madre, mujer débil y sumisa, esperaba que Nilda siguiera su ejemplo y contrajera matrimonio con un hombre de fuerte personalidad y sólidos principios. Sus hermanos prosperaban en sus respectivas profesiones (ambos serían contadores como el padre) y Nilda prosperaría a la sombra de un hombre próspero. Cansada y agobiada por el plan familiar dejó la casa paterna a los veinte años para buscar un trabajo en el cual prosperar en base a su propia fuerza y excelentes cualidades, hasta entonces ignoradas por todos. Lo primero que encontró fue un trabajo de cajera en un pequeño supermercado. Pero pronto, debido a su gran talento y perseverancia...
En este punto del análisis Nilda retomó su tema preferido y le contó todo al Dr.Z. acerca de su asenso en el plano laboral y cómo un dia, debido a la trágica y repentina muerte del antiguo propietario y gracias a sus ahorros, se encontró dueña y señora del supermercado.
El Dr.Z., muy excitado por el delirio de Nilda, la instó, esta vez, a seguir. La escuchaba fascinado; sus lentes subían y bajaban al ritmo de sus cejas; su barba blanca temblaba de emoción; su frente amplia transpiraba por el calor que producían en su cerebro las palabras de Nilda. Un delirio perfecto, bien tramado, sin lagunas, prolijo como pocos, de una practicidad rara vez vista en un delirio; una joya delirante esa mujercita tenaz y laboriosa! Pero bien, había que poner fin a todo eso, derribar ese espléndido castillo de naipes, por el bien de todos, y para justificar sus honorarios.
Nilda se sentía muy feliz de poder hablar con el Dr.Z. Al fin alguien se interesaba por ella, la escuchaba, la comprendía, se preocupaba por su bienestar. Y todo a cambio de casi nada. El Dr.Z. había sido muy generoso y ella podía darse el lujo de pagarle sin que esto hiciera un agujero en su economía. Pensando en esto, concluyó que si ella fuera psiquiatra, cobraría sin dudas mucho más, y se preguntó cuánto necesitaría cobrar cada sesión para mantener el estilo de vida al que se había acostumbrado. Inmediatamente se dio cuenta de que era una locura pensar así, ella no era psiquiatra ni lo sería jamás. Aceptar esto le produjo un alivio inmenso y al librarse de semejantes cálculos su mente quedó libre para pensar en otras cosas. Después de todo, ella era simplemente la dueña de un supermercado. Reflexionó acerca de los últimos meses de terapia con el Dr.Z. y descubrió que mientras hablaba de sus tribulaciones en el trabajo ya no se sentía tan cansada y dormía tranquila. Trabajaba más y mejor que nunca; incluso sentía que sus empleados mostraban un respeto hacia ella que antes faltaba. Se felicitó por haber aceptado el concejo bien intencionado de la Sra. Etcheverri. Sin embargo, cuando en las sesiones hablaba de su familia, volvía a sentirse muy cansada y triste, como si ya nada de lo que hacía tuviera sentido alguno. Incluso tenía pesadillas en las que no era más que una simple cajera, insignificante, y lo peor, reemplazable. Este sentimiento, este vuelo de la imaginación en sueños, le producía tanto pánico que empezó a negarse a hablar de otra cosa que no fuera su trabajo con el Dr.Z. Éste, sorprendido aunque no tanto,decidió que era tiempo de implementar una medida más drástica. Se propuso hipnotizar a Nilda.
Y, siendo hombre de propósito, así lo hizo. Al encontrarse Nilda bajo hipnosis, el Dr.Z. le dijo que a partir de ese momento no era más que una simple cajera en el supermercado donde trabajaba, que no conocía a ningún Dr.Z. ni había visitado su consultorio y la mandó a dormir. Esa noche la culpa no dejó dormir al Dr.Z.

Al día siguiente Nilda llegó al supermercado y ocupó su lugar sin decir una palabra. Trabajó mediocremente y sin ganas todo el día y se fue a las seis en punto. Se sentía liviana y serena. Camino a la pensión, pasó por un cine y se metió sin prestar atención a la película que pasaban. Cuando salió, se fue a su cuarto de pensión y durmió doce horas. Al otro día llegó por primera vez tarde al trabajo. Siguieron días monótonos y aburridos en el supermercado. Pero por primera vez después de mucho tiempo Nilda sentía que estaba donde tenía que estar, que ese lugar en el que se encontraba le correspondía y que nada malo podía pasarle.
Sus compañeros, sin embargo, no compartían esta visión de las cosas. Desconcertados por el comportamiento de Nilda, pasaron a sentirse defraudados, luego indignados, y finalmente deprimidos. Un manto negro había caído sobre el supermercado. Había terminado la función. Los encargados abrían grandes los ojos al ver derrumbarse todo a su alrededor. Y juntos, encargados, empleados y cajeros, fueron testigos del desmoronamiento, tanto moral como material, del supermercado.
Finalmente llegó el día en que frustrados y cansados de esta nueva actitud de Nilda, tan contraria a su anterior desempeño, los encargados decidieron despedirla : “Ante vuestra injuria laboral, prescindo de sus servicios a partir del día de la fecha”.

El mismo día de su despido, en lugar de tomar el camino habitual a la pensión, Nilda caminó por calles desconocidas que sin embargo le eran vagamente familiares. Creyó reconocer un edificio en particular pero se dijo que eso era imposible. Se sentó en el café de la esquina a leer la sección de empleos del diario. Nada la convencía. De pronto, notó que un hombre canoso con una espléndida barba blanca la observaba con un disimulo mal logrado. Volvió su mirada al diario. A los cinco minutos el hombre de la barba se acercó a su mesa y le dijo ominosamente : “Usted no me conoce. Sin embargo, ejem, me permitiría que la invite con otro café?”. Nilda lo miró y un escalofrío le recorrió el cuerpo entero. Se escuchó decir “sí, cómo no”, como si fuera otra quien hablara por ella. El hombre resultó ser encantador ( su barba era realmente espléndida ); conversaron largo rato y Nilda supo instintivamente que se encontraba frente a un hombre de gran personalidad y fuerza moral. Un hombre próspero, como diría su madre. Se acordó de ésta y sintió nostalgia. Hacía tiempo que no la veía.
Durante las semanas que siguieron a este encuentro afortunado, Nilda regresó diariamente al mismo café con la excusa de leer la sección de empleos del diario. Y todas las tardes, a la misma hora, encontraba allí al desconocido de espléndida barba. Estos encuentros llevaron a una estrecha relación hecha de largas conversaciones, idas al cine, cenas y almuerzos, risas y llanto; material del que está hecha toda relación humana.
Un buen día, este próspero hombre de barba suntuosa le pidió caballerosamente matrimonio. Nilda, doncella sumisa y sublime, aceptó. Fueron felices y prosperaron a la sombra de aquella espléndida barba blanca.

sábado, 29 de marzo de 2008

La Cacerola

Estaba yo durmiendo una siestita calentita sobre las llamas insistentes de mi hornalla favorita, cuando de pronto escucho el grito salvaje y pleno de entusiasmo de un grupete de compañeras que a pasear las habían sacado al parecer. Medio adormilada me pregunto el por qué de tanto alboroto, y sueño entre despierta y dormida con el posible destino de mis hermanas. Para mi gran sorpresa y contento se apaga el fueguito y una mano que bien conozco me agarra de las orejas, me pega una ducha helada que ahora sí me despabila del todo y, armada de mi amigo el cucharón, me saca de la casa hacia destinos desconocidos. Paseo contenta por calles del barrio que hasta el momento no se me había dado la oportunidad de conocer y, aunque medio aturdida de tanto golpe que me da el amigo cucharón, pispeo loca de alegría el paisaje urbano que se me ofrece a la vista. Me encuentro con mis compañeras que, ellas también algo aturdidas, lanzan gritos de emoción y risitas de "no entiendo nada, pero dale, más fuerte, más fuerte", o eso es lo que entiendo yo porque, a pesar del susto inicial en que creí estaba siendo castigada por sucia, o barata, o latosa, o quién sabe qué otro pecado capital, me empezaron a gustar las palmaditas sobre el lomo. Aunque después la cosa se puso fea, una vez que llegamos a la plaza, tan bonita! con sus árboles y monumentos y edificios alrededor. Pero más éramos, peor nos trataban, y empezaron los golpes duros, los golpes furiosos, insensatos, en fin, politizados y llenos llenitos de Opinión. Mientras soportaba tanto azote, me preguntaba para qué tenían las gentes esas boquitas tan bonitas en donde metían guisos y sopas, y esas lengüitas largas y rosaditas con las que cada tanto me chupeteaban cuando nadie miraba, si no era para aclamar sus importantes, urgentes, y siempre bienintencionados pensamientos. En casa las usaban de tal manera que hacían más estruendo que el cucharón sobre mi cansado lomo. Llegué a la conclusión de que algo querían decir que escapaba al verbo, porque dale que te dale caían los golpes cada vez más fuertes. Hasta que exhausta y dolorida caí en un sopor, llena mi cabecita de este último deseo : "que Dios los ampare".

Ceguera

Recuerdos. Olvidos.
Complicadas tramas psicológicas.
Excusas. Razones.

Manoteando en la oscuridad, buscando torpemente la perilla del velador, sin siquiera ver que la esencia de la oscuridad es oscura.
Tercos y esperanzados. Desahuciados.
Velar en la oscuridad, nada más terrorífico.

El Sentido Común toca a la puerta esperando ser atendido con la cortesía y atención que cree merecer. Nos promete el día.

Pero el adentro es atravesado por pedazos del afuera.
El afuera teñido por un adentro viscoso que todo lo cubre.

Las palabras revolotean sobre pensamientos y sentires en un intento infructuoso por atraparlos y enjaularlos.
Caos.

No querer decir, no saber decir lo que se escapa, lo que se deja ir.

jueves, 27 de marzo de 2008

Ignorancia de bida

Presentimos que hay algo, nos preguntamos qué es, no queremos saber...
El principio de la ignorancia reside en un cierto, aunque escueto e incompleto, conocimiento. Ignoramos lo que de alguna manera sabemos. Damos la espalda a lo que ignoramos porque secretamente lo conocemos. La ignorancia como búsqueda de una salida a ese saber que no queremos, que rechazamos por sernos desagradable, por plantear interrogantes que nos incomodan, por sacar a relucir lo que preferimos que siga enterrado. Se puede dejar florecer ese secreto saber, o bien dejarlo bajo tierra y llamarlo falsamente ignorancia. "No sabía" es la fórmula ideal de la escapatoria ideal.
"No sé de lo que estoy hablando", digo ahora para evitar planteos que me obliguen a pensar en lo que acabo de escribir, porque sé que sé, pero no quiero saber lo que sé. Sabiéndolo lo ignoro.

martes, 25 de marzo de 2008

Yo, mi Superyó y mi Otro yo

Hablamos sin cesar, parlotean la mayor parte del tiempo, todo por llenar un vacío que se nos escapa, que no puede ser llenado precisamente por ser vacío. Esto no lo ven, y nos desesperamos, yo, mi Superyó y mi Otro yo. Pero yo, yo estoy bien, son los otros dos, que me aturden y confunden y me ordenan y desordenan. No soy yo, son ellos. Uno quiere cosas imposibles, improbables; el otro, algo más imposible aún, que no escuche...mientras me habla! Es para enloquecer a cualquiera. "Hacé, haz, harás!", dice mi Superyó. "Ssshhhh", dice mi Otro yo, que no es más que mi cobardía enmascarada de otredad, según mi Superyó. Porque ambos opinan acerca de mí y del otro. No es esquizofrenia, es humanidad. Mi Superyó la aborrece, mi Otro yo la abraza, y yo, y yo...yo ya no la comprendo. Y cansa, cómo cansa.

lunes, 24 de marzo de 2008

Performance

El es escritor. El va a los cafés y se sienta a escribir. Toma su block de notas, su lapicera y, con mirada concentrada y el ceño fruncido, deja fluir la tinta sobre el papel. Pide un café que olvida tomar. Prende un cigarrillo, después otro. Pide una cerveza que se entibia mientras él sigue escribiendo y las palabras corretean y la hoja en blanco se transforma.
El es escritor. Pero su cabeza está vacía, sus pensamientos siguen un hilo sin sentido ni propósito y las ideas faltan. Es escritor, es un embustero. Lo que escribe no está en la hoja sino en su cuerpo. El escribe con el cuerpo entero; en su actitud está el texto.

domingo, 23 de marzo de 2008

EL TELEFONO DE LA ESPERANZA

Te comunicaste con el Teléfono de la Esperanza. En este momento no te podemos atender. En caso de emergencia por favor dejá tu nombre, DNI, y el número de teléfono de tu familiar más cercano.
BIIIIIP!!!

TE- (voz nasal y monocorde) Hola, Teléfono de la Esperanza, habla Susana.
R- Hola...
TE- Quién habla?
R- Raúl
TE- Cómo estás Raúl?
R- Bien...
TE- Ajá, bueno, mirá Raúl, tengo otro llamado, aguardame en línea.
R- Pero...
Fondo Musical: Los Beach Boys

TE- Hola, Teléfono de la Esperanza, habla Susana.
T- Hola Susana, snif, soy Teresa.
TE- Qué Teresa?
T- snif, snif, snif
TE- Bueno Teresa, calmate un poco, aguardame en línea, tengo otro llamado.
T- snif
FM: Edith Piaf

TE- Hola, Teléfono de la Esperanza, habla Susana.
R- Soy Raúl.
TE- Ajá...bueno, cómo estás?
R- Y...no ando muy bien...
TE- Bueno Raúl, ahora nos estamos entendiendo. Qué te pasó Raúl?
R- No sé...
TE- Aguardame en línea.
FM: Dúo Pimpinela

TE- Hola, Teléfono de la Esperanza, habla Susana.
T- snif
TE- Teresa?
T- snif
TE- Ajá, bueno, mirá Teresa, este es el Teléfono de la Esperanza, sí? Es un teléfono, es para hablar, sí?
T- snif, sí.
TE- Bueno, ahora nos estamos entendiendo. Qué te pasó Teresa?
T- No tengo amigos, snif, y soy fea, snif, y, y, y...
TE- Ajá, no tenés novio. Bueno, mirá Teresa, yo tampoco tengo novio, sí? pero no ando lloriqueando, atiendo el Teléfono de la Esperanza, sí?
T- (llorando) Eso está muy bien, yo la admiro mucho...
TE- Muy bien Teresa, para tener esperanza hace falta una Figura Ejemplar, así se empieza, sí?
T- snif, sí.
TE- Aguardame.
FM: Rodrigo

TE- Habla Susana.
E- Hablo con el Teléfono de la Esperanza?
TE- Hola, Teléfono de la Esperanza, habla Susana.
E- Hola Susana.
TE- Quién sos?
E- Esteban
TE- Ajá. Y qué te pasó?
E- Bueno, la verdad es que no sé por dónde empezar...
TE- Aguardame
FM: Los Piojos

Intervalo : Susana se prende un cigarrillo y se saca la mugre de las uñas de los pies con la cucharita del café.

Intermezzo del Intervalo : Susana es decubierta in franganti y despedida del Teléfono de la Esperanza.

TE-(voz exaltada) Hola!!! Soy Romina, estoy para ayudarte!!
A- No sé, no sé, creo que nadie puede.
TE- Tonto!!! Claro que se puede ayudar! A todo el mundo! Y vos sos parte del mundo...quién eras?
A- Me llamo Arturo
TE- Sorete duro!!!! Ahhh era una bromita eehhh? Arturo!!! vos sos parte del mundo Arturo, te puede parecer que no, que sos sólo una partícula diminuta y absurda deambulando en el Gran Cosmos. Pero vos contás Arturo, ya sos parte de mí, de todos, del mundo! Te quiero Arturo! Me escuchás? Te quiero muuucho!
A- Ay por dios.
TE- Hola? Arturo? Arturo?

TE-(a los gritos) Hola!!! Te puedo ayudar!!!!!
G- Hola?
TE- Cómo te llamás?!!!
G- Gloria
TE- Qué lindo nombre!!! Te quiero muusssshhhho Gloria, muusshho muusshhho mmmuusshhho ...Gloria?!! Gloria me escuchás?!!!!!

Intervalo : Romina se termina su botella de vodka pero desgraciadamente es pescada in fraganti.

Continuará....

domingo, 2 de marzo de 2008

La Cosa

Se aferra a los objetos al punto de no tener más que eso. Ahora lo ve, cuando incluso estos comienzan a abandonarla, perdiendo el significado que alguna vez tuvieron. La rodean, invadiendo cada rincón de su casa. Ya no hay lugar para ella, menos aún para la esporádica visita de amigos que no tiene, que fue perdiendo, como todo lo demás. Incluso ella misma empieza a sentirse objeto, algo meramente material, una cosa más que fue dejada atrás. Con vida, sí, pero esto la aterra más todavía. La invaden pensamientos de descomposición; piensa en su cuerpo, esa cosa que es ella, que la envuelve, como en algo que se deteriora día a día. La obsesiona el deterioro de las cosas, cómo todo en la vida tiene que ser mantenido, cuidado, alimentado, higienizado. La idea de esa realidad le resulta abrumadora. Se pregunta cómo hacen los otros, cómo hacen los vivos para sostener cotidianamente el hecho, el espanto, de estar vivos y tener que mantenerse en vida, laboriosamente, construyendo esperanza donde no la hay; cómo hacen para mantener en la oscuridad la idea paralizante de la descomposición y la muerte. Y cómo ella, siendo aún joven, persiste con estos pensamientos que no le corresponden, o de eso se trata, no deberían corresponderle.
Cree reconocer esos pensamientos, sospecha que quizás, hace tiempo, pertenecieron a otra persona. El hecho de que esa persona esté muerta hace que ese terror que ahora la invade no pueda ser devuelto a su propietario original.
Al enterarse de su muerte, aún sin creer en ella, se apropió, adueñó, confiscó, con una tenacidad que sólo puede provenir de la ceguera, todos los objetos, recuerdos, residuos, todo aquello que alguna vez le perteneciera. Pero en ese apropiarse, en ese saqueo compulsivo, se adueñó también de sus temores, debilidades, de su soledad, de todo aquello que creyó nadie más podía querer o comprender. Todo aquello que, quizás, había terminado por matarla. Se adueñó de su muerte. Pero fue su muerte finalmente lo que terminó adueñándose de ella.

viernes, 29 de febrero de 2008

Monomanía

Una furia excesiva inunda su ser. No fluye, se coagula. En el centro la ira congelada, aún late y toda su vida se va en ese latido constante que sólo una palabra conoce : No.

jueves, 28 de febrero de 2008

Migajas

No puede sostener una conversación, las palabras no encajan, son lanzadas al aire como se le tira pan a las palomas, porque sí, porque están ahí. Ni ella sabe lo que trata de comunicar, eso que la habita, ocupándola por completo. Pero quiere comunicarse. Tira desesperadamente las migajas al aire esperando que alguna sea recibida como lo que es : un último intento por hacer contacto con algo vivo. Las palomas la miran con los ojos siempre abiertos, moviendo la cabeza frenéticamente de un lado a otro, abriendo y cerrando el pico. Nada. Sigue tirando pan.
Un día desaparece y con ella su gesto inútil de tirar migajas al aire. Ninguna paloma visita su tumba, no sabiendo lo que es una tumba. Están todas en la plaza, abriendo y cerrando el pico.

lunes, 25 de febrero de 2008

Cariloqueando, Ricos & Famosos

En un rapto de algarabía infundada y subvencionados por el Progenitor, fueron todos a parar a la playa : el Progenitor, la M. del P., el Hermano, la Cuñada, los Sobrinos, y la Psicóloga Barata. Hicieron la vida de los ricos y famosos, aunque nadie los reconoció, salvo el Pato Lamas que no es famoso. En la playa se mezclaron con la otra gentuza de dinero y distinción y comieron choclos con manteca y se tomaron las coca-colas frescas fresquitas. Hicieron señas obscenas al heladero para llamar su atención perdiendo con ello status y dignidad. Igual nadie los miraba. Pasaron papelones cenando en los restaurantes chic del lugar donde los Sobrinos tiraron copas y cubiertos e hicieron bullicio del tipo que se espera de los niños en este tipo de lugar top a esta altura de la temporada. La Sobrina los amenazó a todos a los gritos con pegarles patadas de caca de pedo. La M. del P. acusó a la mucama de tirarse un pedo mientras limpiaba el palacete. Nadie tomó en serio sus palabras, salvo, quizás, la mucama en cuestión.

Con gran gesto aventurero subieron todos a la 4x4 del Progenitor y anduvieron por las dunas sacudiéndose al ritmo universal de la arena ondulante. Hicieron picnic en playas desiertas, mirando al mar, que se les presentaba amarronado y revuelto, con desconfianza. La Sobrina lo resumió para todos diciendo "esto es una porquería", riéndose locamente de alegría al poder usar apropiadamente la palabra. Todos rieron con ella (sospechando un fotógrafo de Gente escondido tras las dunas) y comieron sandwichitos con mayonesa y arena.

La Psicóloga Barata sufrió depresiones severas, a las que nadie hizo caso por ser esto algo esperado de semejante mente laboriosa. Sospechosamente salía de todas ellas al acercarse la hora del asadito. Después de comer se largaba a hablar con ánimo desenfrenado de cuestiones existenciales no acordes al vacacionar y por esto le fue sugerido más de una vez hacer una sesión de Winnie Pooh con la Sobrina hasta que las dos quedaban sedadas y adormiladas por las aventuras del antes mencionado Pooh y sus amigos.

Al tercer día les llovió y sintieron en carne propia lo que es que se termine el mundo. Se sintieron traicionados, extorsionados, acabados por las jugarretas del despótico clima de la costa argentina. Lo primero que hicieron fue bajar a la recepción y pedir ya sea a) que pare la lluvia y les devuelva propósito y lo qué hacer, o bien b) que el hotel les haga una rebaja correspondiente al clima. El hotel, después de sopesar el asunto atentamente, decidió que lo primero era más factible. Así fue que paró de llover y salieron todos a los saltos llevando su heladerita repleta de bondades hacia la playa todavía húmeda. En la playa fue la fiesta, todas las gentes de clase y distinción se saludaron locamente chocándose unos contra otros en busca de sombrillas y reposeras. Revoleaban brazos y piernas y se abrazaban con sus vecinos moviendo las cabecitas como si el cuello no pudiera sostenerlas adecuadamente. Pero todo tiene un límite y nadie compartió el contenido de las heladeritas portátiles, a pesar de que la Sobrina gritara a todo pulmón "Hay que pompartir! A pompartir todos!" sacando las medialunas y budines, los salamines y quesos en un arrojo de generosidad. Fue llamada al orden y la civilidad por la Psicóloga Barata quien manoteó bruscamente una botella de Stella Artois y se la llevó al pecho en un gesto casi patriótico.

Todos coincidieron en que todo era "espectacular". A la Psicóloga Barata le hubiera gustado hacerles notar la existencia de otros adjetivos calificativos, pero no se atrevió a irrumpir en la espectacularidad del mejor de los mundos posibles. Tampoco olvidó que vivía del subsidio ajeno.

Así pasaron los dias y las noches de esta gente afortunada, entre salamines, arena y amenazas de patadas de caca de pedo. Pero todo vacacionar tiene su fin y así fue como esta linda gente tuvo finalmente que pegar la vuelta, no sin antes lanzar un "espectacular" al firmamento estrellado de la última noche cariloquense.

sábado, 16 de febrero de 2008

João Pessoa (dedicado a Philio)

Ciudad costera al nordeste del Brasil, "donde primero sale el sol en toda Latinoamérica", según mi agente de viajes. Hermosas playas, etc., etc. Palmeras de verdad, con cocos de verdad. Los morenos, también de verdad, no importados por el gobierno de los EEUU para demostrar que no son racistas. Poco turismo internacional, para desgracia de los que no hablan el portugués y quieren hacer amigos y fogatas en la playa, etc. No se habla portuñol como en el sur. No intente hablarles en francés, hablan portugués. Todo tipo de actividades a realizar, aunque no sé cuáles.

Si se es falto de imaginación se puede ir todos los días a la playa a tomar cerveza y leer - igualito que en casa, pero con las olas y el viento y, si se está con ganas, algún que otro sucundúm sucundúm. A propósito de este último puedo decirles que no es nada difícil de conseguir dado que los brasileros del norte (como, según dicen. los del sur, en fin, los brasileros) son muy liberales en su expresión libidinal y siguen una rutina clara y lineal. Si se es joven y fémina usted será abordada casi religiosamente por setentones en vías de extinción y el siguiente discurso le será regalado con ánimo de fiesta : " usted muy bella, yo muy viejo ", como si de alguna misteriosa manera lo primero justificara lo segundo. Si usted no se encuentra con ganas de galopar burro cansado dirá estúpidamente y contradiciéndose : " eu nao falo portugues ", ansiosa por desembarazarse del viejo don juan pero feliz de poder practicar la única frase en portugués que conoce. A este craso error de táctica le seguirá el hecho inevitable del viejo sentado a su mesa, mirándola fijo y repitiendo la fórmula mágica "usted muy bella, yo muy viejo". Nada, a partir de ese momento, detendrá a estos intrépidos galanes. La gran mayoría vive frente a la playa y sin perder tiempo se lo harán saber. La invitarán, de la nada, a "ficar" con ellos. Cuidado amiga turista! Ficar tiene un doble significado : puede ser tanto quedarse, morar, como un preludio al acto amoroso. Todo este acoso incesante sin embargo tiene su lado positivo, escapando al vejestorio usted irá saltando de playa en playa y todas son iguales y en todas hay un viejo acechando detrás de una palmera.
El resto de la población es simpática y tiene cosas que hacer.
Se recomienda llevar protector solar y calzado cómodo.