lunes, 28 de julio de 2008

Trenes vacíos...

y qué son las palabras?

Crónica de un ex fumador

Día 25

Los fumadores están por todas partes; es imposible no toparse con ellos. La calle es lo peor, se ha convertido en el antro del fumador. Ya apenas saliendo de El Cairo me los topo. Están aglomerados en la puerta como rebaño sin pastor, meta sacar humo por boca y nariz. Y al caminar siempre tenés alguno enfrente que cual locomotora va dejando su rastro de humo que inevitablemente se termina tragando uno. Habría que hacer como esos europeos que salen con barbijo. Qué digo? Habría que prohibir fumar en la calle.

En excelentes términos con Miriam desde que adopté mi nuevo estilo de vida. Hasta el otro día cuando le pregunté, al verla comer una medialuna, si tenía idea de la cantidad de grasa innecesaria que metía en su cuerpo. Me miró con ojos sorprendidos y me preguntó si estaba insinuando que estaba gorda. Hubiera debido decir que no, pero algo en mí tomó la palabra y me escuché decir sí. Esto debió de molestarle mucho porque desde ese día no me llama. Sos un desalmado, dijo antes de irse. No puedo estar más en desacuerdo. Desde que adopté mi nuevo estilo de vida me siento con el alma amplia, llena de preocupación por los otros, por sus cuerpos y también por sus almas, ineludiblemente ligadas a estos últimos. Mi postura no es religiosa, pero me siento sin embargo con una misión, la de purificar el estilo de vida que llevamos. Esto lo llevo a cabo a través de mi libro, pero no está de más dar una opinión sincera, y por qué no, algún que otro consejo a mis hermanos. Claro está, no todos lo toman a bien. Ahí lo tienen a Jorge, quien ya tampoco me llama. Yo probablemente habría reaccionado igual en mis tiempos de mala vida, defendiendo un estilo de vida que no hacía sino perjudicarme. El cambio lleva tiempo. Y yo tengo todo el tiempo del mundo.

miércoles, 23 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 23

Hoy vino Jorge. Me trajo unas naranjas que compró en San Pedro. Le conté de mi sueño. Se rió. Yo me puse muy serio y le pregunté de qué se reía, si no entendía la gravedad del asunto. Qué gravedad, quiso saber, de qué asunto hablaba? Traté de explicarle lo mejor que pude acerca de los peligros de nuestra civilización, de nuestro modo de vida. Entonces fue él quien se puso serio, y me dijo lo siguiente : “Sabés Antonio, te prefería cuando fumabas”. Sin decir más pegó media vuelta y se fue. Me tomé la fiebre. Treinta y nueve marcaba el termómetro. Me acosté y dormí el sueño de los justos.

Día 24

El Cairo. Fresco como una lechuga. Vuelvo una vez más a recuperar mis mañanas en este café. Últimamente vengo sólo de mañana, y muy temprano, antes de que los olores putrefactos de la cocina arruinen el aire que es tan puro como puede serlo cualquier aire en una ciudad sucia y llena de polución. Pero no me quejo, por lo menos los fumadores tienen vedada la entrada a mi santuario. El sólo hecho de pensar que yo vine alguna vez a este lugar para llenarlo de humo me da vuelta el estómago de vergüenza y arrepentimiento. Desde la ventana veo pasar a los fumadores y les hago burla en mi imaginación. Los detesto. Por gracia divina aprendí a detestarlos y a detestar mi pasado de humo sucio y estéril. Puedo olerlos a la distancia, en este café, a los que fuman. Les siento el olor en la ropa, en las manos, en la cara misma. Puedo reconocerlos sin esfuerzo, tienen la expresión de los que sufren, de los condenados. No deberían dejarlos entrar.
Me quedé pensando mucho en lo que me dijo Jorge, es algo que me impresionó mucho, impactó en lo más hondo de mi ser. Lo creía mi amigo, lo creía puro, pero no es más que un débil, como todo aquel que no acepta el cambio positivo. Mi nuevo estilo de vida es un reto para muchos, difícil de entender y aceptar, ya que yo mismo acepto tan poco. Fui invitado un par de veces a cenar con amigos, pero al verlos tomar y comer no podía más que recordar mi pesadilla y juzgarlos perdidos, eternamente condenados a una vida de consumo fácil y superficial. Todos me felicitaron por mi cambio de vida, ignorando hasta qué punto éste se dio. Se pasaron la cena hablando del cigarrillo, de lo mal que te hace, de lo bueno que es dejarlo. Yo no podía escuchar más, ni verlos llevarse la comida a la boca como animales desnutridos, y bajarla con el vino como si fuera lo más normal del mundo. Asqueado, me retiré temprano, diciendo que tenía que trabajar en mi libro.
El moso me trae mi té de manzanilla con cara de desconcierto, hace esto todas las mañanas. Me desconoce, y yo a él.

lunes, 21 de julio de 2008

Dicen...

Me dicen que busque
Pero yo sólo sé encontrar.
Y a veces al encontrar me pierdo,
Sólo un poco,
Y al salir a buscarme
Olvido lo encontrado
Y alguien se lo lleva.

Me dicen que aprenda a buscar
Pero yo sólo sé perder
Capa tras capa hasta quedar desnuda
Esperando que alguien me vista
De persona, de mundo,
De universo
Y pasar desapercibida.

Me dicen que salga
Cuando todavía no entré
En mí, espantada
Como vivo
De toda interioridad.

Me dicen que es normal.
Y yo sé que no lo es.

viernes, 18 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 22

En cama. Me atacó una fiebre espantosa. Estoy convencido de que es la fatal consecuencia de mis excesos pasados. Y así la tolero, manso y entregado al más profundo arrepentimiento. Todo se paga en esta vida, y yo me siento feliz de pagar si esto significa que estoy purificando mi organismo de todas aquellas bacterias que yo mismo invité a convivir en mí. Venid bacterias! Cubridme por completo! Pues cuando me hayan dejado seré limpio y puro como un recién nacido.
No sé si fue producto de la fiebre o de mi espíritu convulsionado, pero anoche fui visitado por visiones terroríficas. Encontrábame yo en una especie de reunión social. El lugar era pequeño y casi no entraban todos los invitados. Se rozaban las espaldas y los codos; las cabezas parecían salir todas del mismo torso. Era algo nauseabundo. El ruido era infernal : risas estrepitosas, llantos llenos de amargura y desesperación, gritos insensatos, y una tos seca que retumbaba en todo el salón. La gente fumaba y toda la habitación estaba cubierta de humo, al punto que casi no se podían distinguir las siluetas. Todos con un vaso en la mano, tomaban y comían con desesperación, agarrando la comida con las manos y lanzándola a la boca de los otros como proyectiles. Todos abrían la boca bien grande y atrapaban pedazos de comida que volaban por el aire. Se servían champán en cantidades, tirándolo al piso, contra las paredes, sobre ellos mismos. Desde el fondo del salón, alguien tocaba una melodía árabe con una flauta, y la melodía parecía estar dirigida a mí, invitándome a participar. Me resistí todo lo que pude, acorralado en un rincón, apretándome contra la pared lo más fuerte que podía, como queriendo atravesarla. Pero de pronto la pared se volvió blanda y viscosa, de un verde amarillento muy desagradable, y grandes gusanos empezaron a salir de ella. Espantado corrí hacia el gentío. Lo atravesé como pude, guiado por la melodía. Podía sentir cómo manos extrañas me tocaban al pasar, y pedazos de comida se estrellaban contra mi cara. Finalmente llegué al final del salón y me encontré con una especie de tarima, y allí, sentado sobre un almohadón, estaba Jorge, rodeado de mis amigos, tocando la flauta y sonriendo maliciosamente. De pronto la flauta dejó de ser una flauta para convertirse en un cigarrillo gigante, y en lugar de la melodía me envolvía el humo del cigarrillo, atrapándome. Mi propio grito me despertó. Tenía toda la ropa empapada en sudor. Me levanté y me di una ducha caliente. Para mi gran sorpresa, mientras me duchaba me largué a llorar. Lloré como hace mucho no lo hacía, lloré como un bebé desahuciado, como un hombre quebrado. Sí señores, lloré.
Si escribo en este diario la horrenda experiencia de anoche es sólo para dejar asentado que después me sentí libre y liviano, puro y limpio de todos mis errores pasados.

martes, 15 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 20

Días difíciles. He entrado en una etapa de estricto ascetismo. A todo digo que no, única manera de estar seguro de no caer en alguna trampa preparada por mí mismo o por los otros. El motivo de esto es haber caído estrepitosamente casi sin darme cuenta. Pasé un par de días oscuros y confusos encerrado en el baño, tomando champán y fumando estos habanos que no puede haber sido sino el mismísimo demonio quien los envió. Abandoné mi novela por completo. Me abandoné a mí mismo y me sentí de maravilla. Hasta que desperté a lo que estaba haciendo. Entonces decidí terminar con todo. Arrojé los habanos por la ventana, le regalé las botellas de champán que quedaban a Jorge, quien riendo, siempre riendo, me dio las gracias y me invitó a cenar. Me vi obligado a negarme. Volví a mi casa con la determinación de negarme a todo y de entregarme a una vida frugal y vacía, alejado de cualquier tentación. Parece estar funcionando a la perfección.
Hace ya más de una semana que no fumo ni tomo. Como lo estrictamente necesario, basando mi régimen alimenticio en frutas y cereales. No sé cómo hice, pero logré matar mi apetito por todo cuanto pueda dañarme o llevarme al exceso. He llegado al punto de olvidar por qué era que fumaba, tomaba o comía como lo hacía. Al observar a la gente me pregunto por qué lo hacen, qué misterioso placer encuentran en ingerir todas esas sustancias y toxinas. Nunca llego a una respuesta satisfactoria.
Terminé mi novela. Me vi obligado a deshacerme del protagonista ya que su estilo de vida estorbaba al mío. Murió tirándose de un piso trece. Puedo decir al menos que no tuvo una muerte dolorosa, aunque sí una vida fútil y licenciosa. El libro no es bueno, como no lo era mi vida mientras lo escribí. Mi editor va a enloquecer probablemente cuando le diga que no pienso publicarlo. Además, ya estoy escribiendo otro. En él muestro las virtudes de una vida de renunciamiento basada en la moral y las buenas costumbres. Postulo que los excesos no sólo nos dañan a nosotros mismos, sino que también a los que están a nuestro alrededor y a nuestros amigos los animales y las plantas. Y voy mucho más allá en mi planteo cuando digo que Dios seguramente inventó los excesos para ponernos a prueba.Una nueva verdad me fue descubierta y ahora veo a todo aquel que fuma, toma y come más allá de lo estrictamente necesario, como a seres condenados a un círculo vicioso de necesidades inventadas por la era mecanizada y consumista en la que vivimos. Todo esto y más expongo en mi libro. Todavía no encontré un título apropiado, pero seguramente será algo así como “La Verdad Revelada luego de una Vida Licenciosa”. A pesar de su longitud, me parece altamente sugestivo, y quien no lo compre no está listo para esta revelación. Otro título posible sería “La Virtud de decir NO”, pero esto puede ser mal interpretado como algo negativo, mientras que todo es positivo en mi nueva doctrina. La vida es maravillosa y somos todos perfectibles.

miércoles, 9 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 8

Llevo una semana sin fumar.
Lunes con resaca. Mala manera de empezar la semana. Por otra parte, ahora me encuentro con que ya no puedo volver al Cairo por un tiempo, ya no porque fume, sino porque ahora soy un borracho. Y aunque los borrachos no estén prohibidos (lo único que falta!), tampoco son bien vistos, y con razón.
Pasé la mañana tumbado en mi bañera sin poder leer ni escribir, y con un punzante dolor de cabeza. Ahora que el dolor de cabeza pasó me voy a poner a trabajar en mi novela, y esta vez, mi héroe no va a tomar una gota de alcohol, es más seguro que se prenda un puro, o una pipa, quizás lo haga fumar mariguana. Todo es posible.



Frinamente se diron vuelta la cosa y Segimundo, mi heror, seme puso atomar whiskyotraves e muy defenerato y yo conel.teminanos lodos en mibanieira hacindono un bano dinversion muyrelasante y nos tomaron un champanqueteniguardado me sintomuyfelisss y pontro voy a treminar con etsa histeria.
Miacabo desfumar un cigaro quencontre poray...pssss yaaakkkkkk
Eperemo quw amita nosentere jijiji ppssssssssssssssss
Oh sona el trefono...quin sara????

Errra miram jajaja ppspssssssssss tenojo

Día 9

Un tropezón no es caída. Dos, sin embargo...resulta que ahora se me ha dado por chupar...es así, te sacás un vicio de encima para ir y agarrarte otro. Si ahora dejo de tomar, se me dará por la glotonería? Es casi seguro : estoy acorralado.
Ayer fue un día por lo menos confuso. Sólo recuerdo estar en mi bañera, escribiendo mi novela y después...después me estoy prendiendo un habano que me regaló no sé bien quién ni hace cuánto tiempo. Creo que hasta me tragué el humo, después estaba en el piso, justo al lado del teléfono...ahí fue cuando todo se fue a la mierda. Recuerdo los gritos de Miriam, desgraciado! Hijo de perra! Cómo me podés hacer esto? La gente siempre se confunde y se piensa que lo que uno se hace a sí mismo se lo está haciendo a ellos. En fin. Creo que después de Miriam hablé con todos los que tienen la desgracia de encontrarse en mi agenda. Recuerdo una cosa, todos querían venir a mi casa. Mi persecuta llegó a tal punto que terminé, una vez más, encerrado en el baño con la llave puesta y semi cubierto por la manta, esperando su llegada. Nadie vino. Puro bla bla. También recuerdo fragmentariamente una conversación con Jorge, en la que él se reía mucho y repetía, relajate hermano, es normal, es tan perfectamente apropiado. Me quedó esa palabra, apropiado. Porque lo último que se me ocurriría decir de mi comportamiento de ayer es que fue apropiado. Pero Jorge sabe, Jorge entiende. Por lo menos no fui al Cairo...

martes, 8 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 7

Domingo. Día difícil para algunos, sobre todo si no se tiene familia (y aún más si se la tiene), y si los amigos se han convertido en harpías que uno se ve obligado a evadir. Como viene siendo mi costumbre me la pasé todo el día en el baño, metido en la bañera, sólo que esta vez me agarré una borrachera como pocas veces. Todavía estoy intentando salir de ella y volver a una sobriedad que me permita ver las cosas con mayor claridad. Todo empezó cerca del mediodía, cuando uno de mis personajes entró en crisis, y, para no ponerlo a fumar, decidí que se tomara unas copas de vino, cosa que fue un error porque sus ganas de tomar me las transmitió a mí, y sus ganas, o debería decir las mías, de fumar, fueron suplantadas por el mayor vicio de todos en estos tiempos que corren, después del cigarrillo : el alcohol. Mientras escribía, y para hacerlo más verosímil, ejem, me fui a buscar una botella de cabernet que tenía en la bodega, y así fue como me instalé en el baño a seguir escribiendo. A medida que avanzaba la trama, decrecía el contenido de la botella. De mi novela pasé a unos poemas en demasía floridos ensalsando por demás las virtudes del alcohol y así de poema en poema me fui poniendo yo cada línea más borracho. La pasé divinamente. Estaba yo en la bañera, envuelto con una manta, escribiendo efusivamente y deleitándome con cada una de mis frases, hasta que escribir ya no me bastó y sentí la necesidad, o debería decir la necedad, de comunicarme en vivo y en directo con seres hablantes. Debo confesar que fue con gran esfuerzo que conseguí desenroscarme de la manta y salir de la bañera. Me inundó una repentina sensación de mareo y nauseas, a la que no hice caso. Tambaleándome me vestí y salí de mi casa. Arremetí hacia El Cairo, diciéndome que esta vez sí, esta vez iba a poder quedarme sentado y disfrutar de una velada pacífica e intelectual. Llevé conmigo a Pessoa, gran tomador (y fumador), sin miedo alguno, abrazándome al libro como para no perder el equilibrio. Nos sentamos en la que solía ser mi mesa de siempre y entablamos una productiva conversación. Al rato vino el mozo, me saludó cordialmente, qué bueno tenerlo de vuelta señor; yo le sonreí con picardía; él me miró perplejo. El señor va a tomar...sí, pensé, voy a tomar, quedate tranquilo que voy a tomar. Un whisky, le dije, y le guiñé un ojo. Él sonrió y se retiró moviendo la cabeza de un lado a otro. “Fracasé, como toda la naturaleza”, decía Pessoa. Se me escapó una risotada tan fuerte que los de las mesas contiguas se dieron vuelta para mirarme. Jeje, dejé de fumar, les dije, y, acto seguido enrojecí y volví a meter la cabeza en el libro. El mozo me trajo el whisky, me lo tomé de un solo trago y pedí otro. Hoy estamos de buen humor, dijo el mozo. Excelente, le respondí, y sonreí maliciosamente. Una vez más el ir y venir de su cabecita mientras se retiraba con mi pedido. “...todo vegeta en mayor o menor grado y con mayor o menor complejidad.” Muy cierto, me dije, y largué un suspiro sonoro. Otra vez miraditas provenientes de la mesa de al lado. Cosa extraña, me sentía acompañado como hace rato no me pasaba, por Pessoa, por supuesto, pero también por las miradas de los otros comensales y el ir y venir de la cabecita del mozo. Todo estaba en concordancia conmigo, formábamos una orquesta estupenda, la cual yo dirijía. Ahora ustedes se van a dar vuelta y me van a mirar, y ahora vos vas a mover la cabeza en un gesto de perplejidad y quizás desaprobación. Y todo esto lo van a hacer porque así lo dispongo yo.
Después de tres whiskies y el desasosiego de Pessoa retumbándome en la cabeza, pedí la cuenta y salí del café con la mayor dignidad posible, no sin antes despedirme efusivamente del mozo y de mis vecinos de mesa con un buenas noches a todos, queridos, queridísimos compañeros, les deseo lo mejor, la salud, sobre todo, hermosa gente que no fuma!! O algo por el estilo...Una vez en la calle, respiré profundamente el aire mortecino de la ciudad y me dirijí hacia mi baño. Pero resulta que en el camino me encuentro con una hermosa chica que no debía tener más de veinte años y que fumaba un cigarrillo mientras hablaba con otra. No pude evitarlo, y fui yo, créanme, el más sorprendido. No tentés que fumás, le dije, tratando de controlar mi mandíbula. Qué?, me dijo ella con la cara desfigurada. Que no tennnés que fffumar, jeje. Y una vez más me sonrojé y seguí mi camino mientras escuchaba los insultos de la chica y su amiga. Bien merecidos los tuve. No quise hacerlo, pero, teniendo la guardia baja, nació de mí mi primer reacción de ex fumador. Nuevamente a salvo en mi bañera, lo recuerdo y me maldigo.

lunes, 7 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 6

Ayer me pasé la mayor parte del día metido en el baño. Nunca había hecho semejante cosa, algunos podrán decir que nunca había caído tan bajo. Que lo digan. En el baño, me elevo a alturas insospechadas, me llegan inspiraciones antes vedadas. He descubierto un nuevo universo, limpio y puro, libre del ajetreo mundano que antes me agobiaba sin yo saberlo. Mudé mi biblioteca al baño, o parte de ella. Sentado en el inodoro, o bien acurrucado en la bañera, donde puse una frazada y una almohada, leo con una concentración que antes me evadía; escribo con una lucidez nueva; soy un hombre nuevo. Soy tan feliz en mi escondite que hasta almuerzo y ceno allí, y la comida me sabe exquisita. Casi no pienso en fumar, salvo cuando escribo este diario, pero entonces me siento tan alejado de mis antiguas ansias que puedo hacerlo sin correr riesgos. Jamás fumaría en mi nuevo santuario, donde me siento renacer cada día. Y mientras realizo mis actividades cotidianas, el teléfono suena sin parar. Pensé en desconectarlo, pero disfruto su rinrinear, disfruto de la impotencia de los otros. Esto fue hasta que caí. Eran ya casi las nueve de la noche cuando me encontraba en la sala buscando un diccionario y escucho el ring ring que ya es como música para mis oídos. Encontrándome de ánimo desafiante y juguetón, se me da por atenderlo. Era Jorge, uno de mis mejores amigos, también él escritor y no fumador, pero inofensivo. Me invita a cenar a su casa, no hace mención de mi nuevo estilo de vida. Acepto. Me digo que sería bueno salir un poco, cenar con un amigo querido sin correr el riesgo de tentarme ya que no fuma ni pontifica acerca del cigarrillo. Me visto muy campante, paso por el supermercado y compro una botella del mejor vino que encuentro, y me dirijo hacia la casa de Jorge. Cuando llego, abre la puerta y veo la culpa que se le salta de los ojos. Estaban todos. Raúl, Miriam, Carla, Gonzalo, y hasta el narigón, que no fuma hace diez siglos y todavía habla del tema. Recibí un abrazo de cada uno de ellos, alguna que otra palmadita en la espalda, y una mirada de reproche por parte de Miriam, seguida de un dónde te habías metido? Nos preocupamos. Estuve en el baño, le dije. El único que se rió fue Jorge. Estimado Jorge, a pesar de haberme traicionado. Pasamos a la sala y me encontré rodeado de miradas inquisidoras. Todos quisieron saber cómo me sentía, qué hacía con mis horas, si sufría. Todos querían compartir sus experiencias conmigo. Largué una risotada que hasta a mí me sonó falsa y teatral. Se hizo un silencio; yo también callé, enrojeciendo de vergüenza. Después todos rieron, igual de falsos que yo, pero con cierto alivio. Fue una escena espantosa. Jorge vino al rescate. Cenamos?, dijo, y nos condujo a todos hacia el comedor, como a un rebaño de ovejas enloquecidas. Baahhh, dijimos todos, y lo seguimos. Una vez sentados a la mesa, el silencio se prolongó durante unos minutos más, quizás los más incómodos de mi vida. Ninguno me miraba a los ojos, jugaban con sus cubiertos como chicos, hasta que, una vez más, Jorge rompió el hielo y me preguntó acerca del libro que estoy escribiendo. Hablé sólo durante algunos minutos, torpemente explicando mi idea del libro, mis avances y retrocesos, hasta que Miriam, esta vez furiosa, me miró a los ojos y casi gritando dijo, qué te pasa Antonio? No querés hablar de lo que realmente te está pasando? La miré sorprendido. Realmente estoy escribiendo un libro, dije, y volví a enrojecer. El narigón carraspeó, como preparándose para hablar. En ese momento comprendí que no iba a ser tan fácil, que me tenían rodeado y que no me iban a dejar ir así nomás. Cuántos días llevás?, quiso saber el narigón. Le iba a responder con otra ironía cuando me llovieron el resto de las preguntas. Tenés tos?, quiso saber Carla. Usás parche?, inquirió Gonzalo. Por qué no atendés el teléfono?, me acorraló Miriam. Te paso la ensalada?, preguntó Jorge, sin poder sustraerse a la ronda de preguntas. Parecían todos más interesados en preguntar que en escuchar lo que yo tenía para decir. Los miré a todos y callé. Si me permiten, dije después de unos segundos, tengo que ir al baño. Me levanté y desaparecí tras la puerta de aquel cuartito que me acogía aún en casa ajena. No volví a salir en toda la noche. Pero los podía escuchar debatir mi destino. No me lo tomaba en serio, decían, así nunca iba a poder combatir el, es obvio que está asustado, yo en su lugar pediría ayuda, yo fui a un médico que me dio unas pastillas fabulo, yo me puse el parche el primer día, ya ni pienso en, menos mal que lo, qué buena decisión toma, pobre Antonio, se va a quedar ahí metido toda la noche, lo voy a buscar, no, dejalo. Pobre Antonio fue la sentencia final. A eso de las once ya todos se habían ido, con la pansita llena y muy satisfechos con su vida, seguramente. Jorge me fue a buscar al baño; me encontró dormido en el piso. Dice que roncaba y me veía muy pacífico, como un bebé. Una vez liberado me tomé lo que quedaba del vino con Jorge, charlamos un rato de literatura y, con un abrazo sincero, nos despedimos. Nunca sentí tanto agradecimiento hacia alguien. Nunca, como esa noche, tanto miedo y desprecio por la raza humana.

viernes, 4 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 5

Anoche sonó el teléfono repetidas veces. Me abstuve de atender, sabía que era ella. Esta mañana ya lo había olvidado. Cuando sonó atendí y escuché una voz llorosa que repetía frases incoherentes del tipo de tan orgullosa, yo sabía que vos podías, podés contar conmigo, y ese tipo de idioteces. Calmate Miriam, repetía yo como autómata, mientras pensaba dónde había dejado los cigarrillos. Entonces caí en la cuenta de que ya no había cigarrillos en mi casa y de que ese era el motivo por el cual esa voz desfigurada me llegaba, ahogada en sollozos de orgullo y redención, desde el otro lado del tubo. La hice corta, estoy cagando le dije y corté. Acto seguido fui al baño. Estuve sentado largo rato hojeando unas revistas y descubrí la paz. Nunca se me dio, como a tantos otros de mi estirpe, prender un cigarrillo mientras cagaba. Ahora encuentro que el baño es mi nuevo santuario, el inodoro, como vulgarmente se lo llama, mi trono. Pero claro, no me la puedo pasar acá adentro. Pero por lo menos acá puedo leer, volví a escribir, casi podría decir que soy feliz, lejos de todo y de todos. El teléfono sigue sonando. Creo que hasta me estoy divirtiendo.

jueves, 3 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 4

Café El Cairo
Primera aproximación : acá estoy, sentado en éste café que tantos recuerdos me trae de noches enteras leyendo y escribiendo y, sí, fumando fumando fumando...Ya no. Hoy no. Este es mi primer intento por quedarme sentado en un café sin prender un cigarrillo. No fue fácil decidirme, pero, después de todo, éste es mi principal motivo para dejar de respirar, no no! Quise decir fumar, fumar, dejar de fumar! Esto es terrible, así no se puede...Como decía acá estoy sentado, ya pasaron más de cinco minutos, estoy seguro, no dejo de mirar mi reloj. Tengo ante mí las obras completas de Borges, que me aburren tremendamente pero por lo menos no me producen esas ganas...pensé en traerme a Pessoa pero estaría perdido. Carver, ni hablar. Tampoco mis poetas favoritos. Quizás Machado habría resultado inofensivo, pero me trae recuerdos de otras épocas, aquellas en que. Borges. Pensar en el viejo ciego me deja en un estado de paz y nada absoluto. Ahí me traen el té. Iba a pedir café claro, pero...un té está bien, es anodino, como Borges. Lo tomo, abro el libro pero no leo, escribo. La gente se ve tan pacífica, seguro debe haber algún fumador entre ellos...cuál será? Ese señor que se retuerce en su silla mientras el otro le habla, puede ser. Esa chica que está meta chupar la cucharita del café mientras su novio, en el caso de que sea su novio, se explaya sobre quién sabe qué tema. O esa señora gorda que le arremete a la medialuna como si fuera un salvavidas. Eso, una medialuna me voy a pedir, excelente!
El moso no me mira...antes, cuando trataba de llamar la atención de un moso y no lo lograba prendía uno y listo, esperaba tranquilo. Ahora no tengo ni una medialuna para mordisquear. Y dejé de comerme las uñas, es un hábito asqueroso y de lo más antiestético. Ahora me dedico a toquetearme el bigote, un poco más de lo habitual. Además, así tengo pinta de intelectual. Ya van diez minutos. Me tomé el té. Ya no sé qué más hacer en este lugar. Borges fue un error, esta asquerosidad de agua turbia fue otro, dejar de fumar el mayor de todos.

Ya en casa pero no por eso más tranquilo. Tuve que hacer un esfuerzo de titán para no parar en un kiosko. Caminé lo más rápido que pude. Ahora que estoy acá tampoco sé qué hacer ni quién soy. Estoy durmiendo doce horas por día, sólo porque estar despierto me resulta torturante. No estoy escribiendo. No estoy viviendo. Ya no veo a mis amigos fumadores, los pocos que quedan. Tampoco veo a los no fumadores y mucho menos a los ex fumadores. A estos últimos los detesto, aunque yo me esté convirtiendo en uno de ellos. Los no fumadores no me entienden y me miran con lástima, como si fuera un ser de otra galaxia que intenta abrirse paso en este mundo de hombres libres. Los ex fumadores me miran también con lástima, porque entienden por lo que estoy pasando, pero a la vez disfrutan de mi tragedia. Y, superados ellos, me atiborran de consejos inútiles que no les sirvieron para nada. Si dejaron de fumar fue porque un buen día decidieron convertirse en escoria y lo lograron. Nada peor que un ex fumador. Pero qué digo?
La culpa es mía, yo sabía que en el mismo momento en que abriera el pico y les contara de mi desición se avalanzarían sobre mí como buitres. Y así fue. Con miraditas de sosobra me invitaron a ser parte de ellos, como te invitan a formar parte de una secta satánica. En un principio creí que podría ayudarme, compartirlo con otros que hubieran pasado por lo mismo. Eso fue ayer. Lo llamé a Raúl, que no fuma hace un año. Grave error. Un año no es suficiente, siguen siendo vulnerables, y por ende peligrosos. Venite ya para casa, me dijo el muy pendejo, lo tenemos que hablar, no es nada fácil. Le dije que tenía que llevar el perro al veterinario y después ponerme un enema. No se lo tomó bien, lo del enema. Pero había podido percibir la satisfacción en su voz cuando dijo no es nada fácil. Había caído en la trampa yo solito. Y Raúl se encargó de transmitir la noticia a los otros sectarios, incluída mi ex mujer. Todavía espero, y temo, su llamado, que no tardará en llegar. Pero claro, ya no atiendo el teléfono.

miércoles, 2 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 3

No fumar me anula, definitivamente. Ayer no hice nada en todo el día, no escribí una sóla linea más allá de este diario estéril. Escribir me da ganas de fumar, leer me invita a fumar; caminar, cocinar, hablar, el silencio, todo, absolutamente todo me llama a fumar. Se es fumador o no se lo es; yo lo soy. O lo fui. Todavía no logro deshacerme de ese rasgo de mi personalidad. Soy escritor, de igual manera soy fumador. Cómo dejar de serlo sin dejar de ser por completo?Además, detesto estar de moda. Y lo cierto es que el que deja de fumar está de moda en estos tiempos que corren. Está de moda seguirle la corriente al sistema, hacerle caso al Gran Papá, y así estamos. Todo se prohíbe, menos lo importante. Cuando se prohíban las guerras, la prostitución, el abuso de todo tipo...ya está, esto se está convirtiendo en una apología del fumador. Estoy virando en sentido contrario al propuesto. Me dispuse dejar de fumar y es lo que voy a hacer. Llevo ya dos días “limpio”, como dicen los drogadictos en las películas yankis. Ja! Limpio! Qué ganas de ensuciarme todito de nuevo. Lo peor es que todavía no me atrevo a adentrarme en un café. Me van a ver la cara de fumador que todavía tengo y me van a sacar a patadas. No se puede tener cara de fumador, dedos de fumador, actitud de fumador. Atenta, incluso esto, contra la salud pública. Ahora no sólo tengo los dedos manchados de nicotina sino que además se me ha dado por comerme las uñas...los chicles y caramelos me dan nauseas. Dicen que cuando se deja de fumar se le siente más el sabor a las comidas. Yo no les siento gusto a nada, como por obligación, ni siquiera por hambre, sabiendo que me está vedado el placer de ...no voy a pensar más en eso que me está vedado. Pensaré en todo lo que me está permitido. No voy a pensar en nada. Y mañana será otro día.

Mi vida sin mí

Paso días sin salir de mi casa, sin bañarme, sin cambiarme de ropa. En casa y los doctores dicen que sufro de depresión. Yo les digo que no sufro. No me interesa salir, ya sé lo que hay afuera para mí. Afuera están el ruido y el movimiento perpetuo de gente insensata que no sabe por qué vive. Adentro estoy yo, sin tampoco saber muy bien por qué muero, sólo sabiendo que lo hago, como ellos, pero a la inversa. Quizás llegue el momento en que comience a vivir; lo dudo. El simple hecho de observar a los otros vivir me resulta agotador. El agetreo mundano me paraliza, ensordece mis sentidos. Por momentos me pregunto cómo sería mi vida si yo estuviera en mí. Esta pregunta me desubica, cosa que me desagrada profundamente, no llego a responderla, no tengo suficiente imaginación. Supongo que iría de un lado a otro como veo hacer a los demás. Tendría opiniones. Pero cuáles? No vale la pena, serían sólo opiniones, y de esas sobran. Quizás esto que acabo de escribir sea una opinión. La sospecha me perturba.