lunes, 4 de agosto de 2008

Invernal

No puedo siquiera
quitarme la ropa
para irme a dormir.
Tal es mi apatía.
No puedo quitarte de mí
para salirme a vivir.

lunes, 28 de julio de 2008

Trenes vacíos...

y qué son las palabras?

Crónica de un ex fumador

Día 25

Los fumadores están por todas partes; es imposible no toparse con ellos. La calle es lo peor, se ha convertido en el antro del fumador. Ya apenas saliendo de El Cairo me los topo. Están aglomerados en la puerta como rebaño sin pastor, meta sacar humo por boca y nariz. Y al caminar siempre tenés alguno enfrente que cual locomotora va dejando su rastro de humo que inevitablemente se termina tragando uno. Habría que hacer como esos europeos que salen con barbijo. Qué digo? Habría que prohibir fumar en la calle.

En excelentes términos con Miriam desde que adopté mi nuevo estilo de vida. Hasta el otro día cuando le pregunté, al verla comer una medialuna, si tenía idea de la cantidad de grasa innecesaria que metía en su cuerpo. Me miró con ojos sorprendidos y me preguntó si estaba insinuando que estaba gorda. Hubiera debido decir que no, pero algo en mí tomó la palabra y me escuché decir sí. Esto debió de molestarle mucho porque desde ese día no me llama. Sos un desalmado, dijo antes de irse. No puedo estar más en desacuerdo. Desde que adopté mi nuevo estilo de vida me siento con el alma amplia, llena de preocupación por los otros, por sus cuerpos y también por sus almas, ineludiblemente ligadas a estos últimos. Mi postura no es religiosa, pero me siento sin embargo con una misión, la de purificar el estilo de vida que llevamos. Esto lo llevo a cabo a través de mi libro, pero no está de más dar una opinión sincera, y por qué no, algún que otro consejo a mis hermanos. Claro está, no todos lo toman a bien. Ahí lo tienen a Jorge, quien ya tampoco me llama. Yo probablemente habría reaccionado igual en mis tiempos de mala vida, defendiendo un estilo de vida que no hacía sino perjudicarme. El cambio lleva tiempo. Y yo tengo todo el tiempo del mundo.

miércoles, 23 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 23

Hoy vino Jorge. Me trajo unas naranjas que compró en San Pedro. Le conté de mi sueño. Se rió. Yo me puse muy serio y le pregunté de qué se reía, si no entendía la gravedad del asunto. Qué gravedad, quiso saber, de qué asunto hablaba? Traté de explicarle lo mejor que pude acerca de los peligros de nuestra civilización, de nuestro modo de vida. Entonces fue él quien se puso serio, y me dijo lo siguiente : “Sabés Antonio, te prefería cuando fumabas”. Sin decir más pegó media vuelta y se fue. Me tomé la fiebre. Treinta y nueve marcaba el termómetro. Me acosté y dormí el sueño de los justos.

Día 24

El Cairo. Fresco como una lechuga. Vuelvo una vez más a recuperar mis mañanas en este café. Últimamente vengo sólo de mañana, y muy temprano, antes de que los olores putrefactos de la cocina arruinen el aire que es tan puro como puede serlo cualquier aire en una ciudad sucia y llena de polución. Pero no me quejo, por lo menos los fumadores tienen vedada la entrada a mi santuario. El sólo hecho de pensar que yo vine alguna vez a este lugar para llenarlo de humo me da vuelta el estómago de vergüenza y arrepentimiento. Desde la ventana veo pasar a los fumadores y les hago burla en mi imaginación. Los detesto. Por gracia divina aprendí a detestarlos y a detestar mi pasado de humo sucio y estéril. Puedo olerlos a la distancia, en este café, a los que fuman. Les siento el olor en la ropa, en las manos, en la cara misma. Puedo reconocerlos sin esfuerzo, tienen la expresión de los que sufren, de los condenados. No deberían dejarlos entrar.
Me quedé pensando mucho en lo que me dijo Jorge, es algo que me impresionó mucho, impactó en lo más hondo de mi ser. Lo creía mi amigo, lo creía puro, pero no es más que un débil, como todo aquel que no acepta el cambio positivo. Mi nuevo estilo de vida es un reto para muchos, difícil de entender y aceptar, ya que yo mismo acepto tan poco. Fui invitado un par de veces a cenar con amigos, pero al verlos tomar y comer no podía más que recordar mi pesadilla y juzgarlos perdidos, eternamente condenados a una vida de consumo fácil y superficial. Todos me felicitaron por mi cambio de vida, ignorando hasta qué punto éste se dio. Se pasaron la cena hablando del cigarrillo, de lo mal que te hace, de lo bueno que es dejarlo. Yo no podía escuchar más, ni verlos llevarse la comida a la boca como animales desnutridos, y bajarla con el vino como si fuera lo más normal del mundo. Asqueado, me retiré temprano, diciendo que tenía que trabajar en mi libro.
El moso me trae mi té de manzanilla con cara de desconcierto, hace esto todas las mañanas. Me desconoce, y yo a él.

lunes, 21 de julio de 2008

Dicen...

Me dicen que busque
Pero yo sólo sé encontrar.
Y a veces al encontrar me pierdo,
Sólo un poco,
Y al salir a buscarme
Olvido lo encontrado
Y alguien se lo lleva.

Me dicen que aprenda a buscar
Pero yo sólo sé perder
Capa tras capa hasta quedar desnuda
Esperando que alguien me vista
De persona, de mundo,
De universo
Y pasar desapercibida.

Me dicen que salga
Cuando todavía no entré
En mí, espantada
Como vivo
De toda interioridad.

Me dicen que es normal.
Y yo sé que no lo es.

viernes, 18 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 22

En cama. Me atacó una fiebre espantosa. Estoy convencido de que es la fatal consecuencia de mis excesos pasados. Y así la tolero, manso y entregado al más profundo arrepentimiento. Todo se paga en esta vida, y yo me siento feliz de pagar si esto significa que estoy purificando mi organismo de todas aquellas bacterias que yo mismo invité a convivir en mí. Venid bacterias! Cubridme por completo! Pues cuando me hayan dejado seré limpio y puro como un recién nacido.
No sé si fue producto de la fiebre o de mi espíritu convulsionado, pero anoche fui visitado por visiones terroríficas. Encontrábame yo en una especie de reunión social. El lugar era pequeño y casi no entraban todos los invitados. Se rozaban las espaldas y los codos; las cabezas parecían salir todas del mismo torso. Era algo nauseabundo. El ruido era infernal : risas estrepitosas, llantos llenos de amargura y desesperación, gritos insensatos, y una tos seca que retumbaba en todo el salón. La gente fumaba y toda la habitación estaba cubierta de humo, al punto que casi no se podían distinguir las siluetas. Todos con un vaso en la mano, tomaban y comían con desesperación, agarrando la comida con las manos y lanzándola a la boca de los otros como proyectiles. Todos abrían la boca bien grande y atrapaban pedazos de comida que volaban por el aire. Se servían champán en cantidades, tirándolo al piso, contra las paredes, sobre ellos mismos. Desde el fondo del salón, alguien tocaba una melodía árabe con una flauta, y la melodía parecía estar dirigida a mí, invitándome a participar. Me resistí todo lo que pude, acorralado en un rincón, apretándome contra la pared lo más fuerte que podía, como queriendo atravesarla. Pero de pronto la pared se volvió blanda y viscosa, de un verde amarillento muy desagradable, y grandes gusanos empezaron a salir de ella. Espantado corrí hacia el gentío. Lo atravesé como pude, guiado por la melodía. Podía sentir cómo manos extrañas me tocaban al pasar, y pedazos de comida se estrellaban contra mi cara. Finalmente llegué al final del salón y me encontré con una especie de tarima, y allí, sentado sobre un almohadón, estaba Jorge, rodeado de mis amigos, tocando la flauta y sonriendo maliciosamente. De pronto la flauta dejó de ser una flauta para convertirse en un cigarrillo gigante, y en lugar de la melodía me envolvía el humo del cigarrillo, atrapándome. Mi propio grito me despertó. Tenía toda la ropa empapada en sudor. Me levanté y me di una ducha caliente. Para mi gran sorpresa, mientras me duchaba me largué a llorar. Lloré como hace mucho no lo hacía, lloré como un bebé desahuciado, como un hombre quebrado. Sí señores, lloré.
Si escribo en este diario la horrenda experiencia de anoche es sólo para dejar asentado que después me sentí libre y liviano, puro y limpio de todos mis errores pasados.

martes, 15 de julio de 2008

Crónica de un ex fumador

Día 20

Días difíciles. He entrado en una etapa de estricto ascetismo. A todo digo que no, única manera de estar seguro de no caer en alguna trampa preparada por mí mismo o por los otros. El motivo de esto es haber caído estrepitosamente casi sin darme cuenta. Pasé un par de días oscuros y confusos encerrado en el baño, tomando champán y fumando estos habanos que no puede haber sido sino el mismísimo demonio quien los envió. Abandoné mi novela por completo. Me abandoné a mí mismo y me sentí de maravilla. Hasta que desperté a lo que estaba haciendo. Entonces decidí terminar con todo. Arrojé los habanos por la ventana, le regalé las botellas de champán que quedaban a Jorge, quien riendo, siempre riendo, me dio las gracias y me invitó a cenar. Me vi obligado a negarme. Volví a mi casa con la determinación de negarme a todo y de entregarme a una vida frugal y vacía, alejado de cualquier tentación. Parece estar funcionando a la perfección.
Hace ya más de una semana que no fumo ni tomo. Como lo estrictamente necesario, basando mi régimen alimenticio en frutas y cereales. No sé cómo hice, pero logré matar mi apetito por todo cuanto pueda dañarme o llevarme al exceso. He llegado al punto de olvidar por qué era que fumaba, tomaba o comía como lo hacía. Al observar a la gente me pregunto por qué lo hacen, qué misterioso placer encuentran en ingerir todas esas sustancias y toxinas. Nunca llego a una respuesta satisfactoria.
Terminé mi novela. Me vi obligado a deshacerme del protagonista ya que su estilo de vida estorbaba al mío. Murió tirándose de un piso trece. Puedo decir al menos que no tuvo una muerte dolorosa, aunque sí una vida fútil y licenciosa. El libro no es bueno, como no lo era mi vida mientras lo escribí. Mi editor va a enloquecer probablemente cuando le diga que no pienso publicarlo. Además, ya estoy escribiendo otro. En él muestro las virtudes de una vida de renunciamiento basada en la moral y las buenas costumbres. Postulo que los excesos no sólo nos dañan a nosotros mismos, sino que también a los que están a nuestro alrededor y a nuestros amigos los animales y las plantas. Y voy mucho más allá en mi planteo cuando digo que Dios seguramente inventó los excesos para ponernos a prueba.Una nueva verdad me fue descubierta y ahora veo a todo aquel que fuma, toma y come más allá de lo estrictamente necesario, como a seres condenados a un círculo vicioso de necesidades inventadas por la era mecanizada y consumista en la que vivimos. Todo esto y más expongo en mi libro. Todavía no encontré un título apropiado, pero seguramente será algo así como “La Verdad Revelada luego de una Vida Licenciosa”. A pesar de su longitud, me parece altamente sugestivo, y quien no lo compre no está listo para esta revelación. Otro título posible sería “La Virtud de decir NO”, pero esto puede ser mal interpretado como algo negativo, mientras que todo es positivo en mi nueva doctrina. La vida es maravillosa y somos todos perfectibles.